ARGUMENTO: “El egoísmo es racional”

RESUMEN: ¿Qué es el egoísmo? ¿Qué es el egoísmo racional? ¿qué es el equilibrio de Nash? ¿El egoísmo resuelve mejor los problemas que la cooperación coordinada? Éstas son algunas de las preguntas a las que aquí voy a responder.

La conducta egoísta es aquella que, con el objetivo de satisfacer los propios intereses, menosprecia los intereses de los demás cuando estos no deberían ser menospreciados. El egoísmo usa medios éticamente incorrectos, no como un mal menor, sino para satisfacer el placer personal. El objetivo del egoísmo es contrario a la Ética, por lo tanto el egoísmo es irracional. Según la tesis del  «egoísmo racional», «ser egoísta es racional» y quiere decir que «ser egoísta resuelve “LOS problemas” o los resuelve de la manera más óptima». Sin embargo, el equilibrio de Nash, en la teoría de juegos, es un «concepto de solución» para juegos con dos o más jugadores que demuestra que para maximizar las ganancias de todos no hay que competir, sino cooperar de manera coordinada.

Palabras clave: egoísmo, egoísmo racional, equilibrio de Nash, Ética, razonar

 

¿Qué es el egoísmo?

1. Algunas personas dicen que «el egoísmo es satisfacer los propios intereses» o dicen lo mismo de otra manera: «el egoísmo es preocuparse por los intereses personales».

Libro "La virtud del egoismo" de Ayn Rand

Por ejemplo, en su libro «The Virtue of Selfishness» («La Virtud del Egoísmo») Ayn Rand dice: «En el uso popular, la palabra “egoísmo” es sinónimo de maldad; la imagen que evoca es la de un bruto sanguinario capaz de pisotear un sinnúmero de cadáveres para lograr sus fines, que no se preocupa por ningún ser viviente y que sólo persigue la satisfacción de caprichos súbitos e insensatos. Sin embargo, el significado exacto de la palabra “egoísmo” y su definición de acuerdo con el diccionario es: La preocupación por los intereses personales. Este concepto no incluye una calificación moral; no nos dice si la preocupación sobre lo que a uno le interesa es buena o mala, ni qué es lo que constituye los intereses reales del hombre. La respuesta a la pregunta corresponde a la ética».

Primero, todos los intereses son personales, pues cada interés pertenece a una persona en concreto. Por ejemplo, alguien puede tener el interés personal de beber agua, el interés personal de dar agua a otros, el interés personal de agredir a otro humano, el interés personal de ayudar a otro humano a levantarse, etc. Por lo tanto, lo que estas personas pretenden conseguir diciendo que «el egoísmo es la preocupación por los intereses personales» es que a cualquier interés personal se le califique como «egoísmo» y que por lo tanto todos seamos calificados como egoístas. La Realidad es que existen intereses que son egoístas e intereses que no son egoístas. 

Además, todas las personas se preocupan por sus intereses personales, lógico (por eso son sus intereses), pero eso no es egoísmo. Satisfacer los propios intereses no implica una conducta egoísta. Existen multitud de intereses que satisfacemos sin ser egoístas. Por ejemplo, beber agua no tiene por qué implicar una conducta egoísta.

El egoismo racional no es racional

El egoísmo es aquella conducta que, con el objetivo de satisfacer los propios intereses, menosprecia los intereses de los demás cuando estos no deberían ser menospreciados. La conducta egoísta puede manifestarse en pequeños detalles. Sin embargo, el egoísmo se aprecia claramente cuando, para satisfacer intereses secundarios como lo es el placer, se menosprecia el interés a la salud y a la vida de los demás seres sintientes. Por ejemplo, es una conducta egoísta violar, asesinar a alguien para saborear la carne de su cuerpo, la tauromaquia, etc. El egoísmo usa medios éticamente incorrectos, no como un mal menor, sino para satisfacer el placer personal. El objetivo del egoísmo es contrario a la Ética, por lo tanto el egoísmo es irracional. Cuando dos personas son egoístas compiten entre sí, para que sólo una de las dos gane.

Definición de egoísmo racional

A continuación también voy a mostrar la irracionalidad del egoísmo partiendo desde el otro extremo: partiendo de la propia definición de lo que es la racionalidad.

2. Algunas personas dicen que «ser egoísta es racional».

En otro artículo expliqué que razonar consiste en usar la Lógica para llegar a una conclusión válida a partir de unas premisas: razonar es resolver problemas.[1] Cuando resolvemos problemas estamos actuando de manera racional: te ves inmerso en una situación en la que existen unos datos o hechos y un problema a resolver, entonces encuentras una solución.

Según la tesis del  «egoísmo racional», «ser egoísta es racional» y quiere decir que «ser egoísta resuelve “LOS problemas” o los resuelve de la manera más óptima». Otras veces leemos que el egoísmo racional es la tesis según la cual «mirar por “los propios intereses” es la mejor manera de resolver “los” problemas».

Si analizamos la definición del «egoísmo racional» encontramos imprecisiones, ambigüedades y contradicciones:

  • ¿Egoísmo no egoísta?… El egoísmo racional habla de «mirar por los propios intereses» pero, como dije en el punto anterior, eso puede implicar mirar por intereses egoístas: violar, asesinar a alguien para saborear la carne de su cuerpo, la tauromaquia, etc. A esto alguien podría responder: «el egoísmo racional se refiere a mirar por los propios intereses, pero sin ser egoísta, es decir, mirando también por los intereses de los demás»… En tal caso, el «egoísmo racional» debería llamarse de otra manera, sin utilizar la palabra «egoísmo».
  • ¿Qué intereses? El «egoísmo racional» entendido como «mirar por los propios intereses, pero mirando también por los intereses de los demás» consistiría en «mirar por los intereses de todos», contradiciendo la tesis del egoísmo racional.
  • ¿Qué problemas? El «egoísmo racional» dice que pretende resolver «LOS problemas» ¿qué problemas? ¿sólo los problemas que padece uno mismo o los problemas de todos?… La tesis del «egoísmo racional» viene a decir: «mira la manera de resolver TUS problemas, no los problemas de todos». Entonces el «egoísmo racional» no es racional porque la razón debe ser universal. Por ejemplo, el problema no es TU enfermedad, sino que exista esa enfermedad. El hecho de que tú tengas una enfermedad es un caso particular del problema, no el problema en sí. La manera racional de resolver el problema de las enfermedades no es que cada uno intente solucionar su propia enfermedad (si la tiene), sino que todos como sociedad luchen contra las enfermedades, convirtiendo a las enfermedades en un problema del Estado.

Quienes defienden el «egoísmo racional» deberían definirlo más claramente, y hacerlo de manera no contradictoria si es que eso es posible… Ni ellos se aclaran.

Resolver los problemas

3. Algunas personas dicen que «si cada uno mira por sus propios intereses entonces LOS problemas se resuelven mejor que si cada uno mira por los intereses de todos».

El «egoísmo racional» es la base teórica en la que se intentan fundamentar racionalmente el liberalismo y su sistema económico capitalista. El egoísmo racional no es vendible políticamente, pues ¿quién votaría a un político que dijera que «mi objetivo político no es la mejora de la sociedad, sino mirar por mis propios intereses»? Para evitar el fracaso electoral, los egoístas dicen que «mirar por los propios intereses tiene como consecuencia un mayor beneficio para todos», intentando hacernos creer que esos otros les preocupan. Según el egoísmo racional, los problemas de «la economía» se solucionan mejor cuando cada persona mira por sus propios intereses (empresa privada), compitiendo contra los demás, que cuando todos miran por los intereses de todos (empresa pública).

Por ejemplo, Robert G. Olson, en su libro «The Morality of Self-Interest» (1965), dice: «Es más probable que el individuo contribuya al mejoramiento social cuando procura racionalmente sus mejores intereses de largo plazo».

También Adam Smith (1723-1790) en su libro «Un estudio sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones» (1776) dice que ser egoísta es la manera más eficaz de fomentar el bien común(3) porque según él existe una «mano invisible» (los efectos dominantes del propio sistema de libre empresa) que coordina estas actividades económicas individuales no coordinadas. Según Adam Smith: «Cada individuo en particular pone todo su cuidado en buscar el medio más oportuno de emplear con mayor ventaja el capital de que puede disponer. Lo que desde luego se propone es su propio interés, no el de la sociedad en común; pero estos mismo esfuerzos hacia su propia ventaja le inclinan a preferir, sin premeditación suya, el empleo más útil a la sociedad como tal». Los liberales no quieren que el Estado dirija y coordine la acción productiva, sino que empresas privadas compitan entre sí.

Equilibrio de Nash

Sin embargo, la idea de poner como objetivo el bien de la sociedad contradice la idea esencial del egoísmo, pues la finalidad del egoísmo no es respetar los intereses de los demás, sino satisfacer ilimitadamente los intereses propios aunque ello frustre intereses más importantes de los demás. Podemos deducir claramente que afirmar que «el egoísmo beneficia a la sociedad» se trata de una mentira que el «egoísta racional» utiliza para intentar conseguir sus objetivos egoístas.

Además, la teoría del Equilibrio de Nash demuestra matemáticamente que la mejor manera de resolver los problemas sociales, o de maximizar las ganancias de todos (la economía), no es «que cada uno mire por sus propios intereses», compitiendo contra los demás, sino la cooperación coordinada. Un ejemplo de aplicación del equilibrio de Nash es el dilema del prisionero:

Mostrar Dilema del prisionero

El dilema del prisionero

En su libro «Introducción a la Filosofía Moral», James Rachels (1941-2003) explica el dilema del prisionero de la siguiente manera:

«Supongamos que vives en una sociedad totalitaria, y un día, para tu asombro, te detienen y te acusan de traición. La policía dice que has estado conspirando contra el gobierno junto con un hombre llamado Pérez, que también ha sido detenido y que está preso en otra celda. El interrogador te exige que confieses. Tú alegas tu inocencia; ni siquiera conoces a Pérez. Pero esto no sirve de nada. Muy pronto queda claro que tus captores no están interesados en la verdad; por razones que sólo ellos conocen, lo único que les interesa es condenar a alguien, de modo que te ofrecen el siguiente trato:

• Si Pérez no confiesa, pero tú confiesas y declaras en contra de él, te liberarán; mientras que Pérez, quien no cooperó, quedará encarcelado 20 años.
• Si Pérez confiesa y tú no, la situación será la inversa: él será puesto en libertad mientras que a ti te echarán 20 años.
• Sin embargo, si ambos confiesan, cada quien recibirá una sentencia de cinco años.
• Pero si ninguno confiesa, no habrá suficientes pruebas para condenar a ninguno de los dos. Los podrán tener presos durante un año, pero luego tendrán que dejar a ambos en libertad.

Dilema del prisionero

Finalmente, te dicen que le han ofrecido a Pérez el mismo trato, pero no puedes comunicarte con él y no tienes modo de saber lo que hará. El problema es éste: suponiendo que tu único fin es pasar el menor tiempo posible en prisión, ¿qué debes hacer? ¿Confesar o no confesar? Para los fines de este problema, debes olvidarte de mantener tu dignidad, de hacer valer tus derechos y de otras ideas similares. Debes también olvidarte de tratar de ayudar a Pérez. El problema es estrictamente acerca de calcular qué es lo que va en tu mejor interés. La pregunta es: ¿qué te pondrá más pronto en libertad? ¿Confesar o no confesar?

A primera vista, puede parecer que la pregunta no puede responderse a menos que sepas lo que hará Pérez. Pero ésa es una ilusión. El problema tiene una solución perfectamente clara: haga lo que haga Pérez, debes confesar. Esto puede demostrarse con el siguiente razonamiento:

1. O bien Pérez va a confesar o no lo va a hacer.
2. Supongamos que Pérez confiesa. Entonces, si tú confiesas te echarán cinco años, mientras que si no confiesas te echarán 10. Por tanto, si él confiesa, te irá mejor confesando también.
3. En cambio, supongamos que Pérez no confiesa. Entonces estás en esta posición: si confiesas, te pondrán en libertad, mientras que si no confiesas, te quedarás en prisión un año. Claramente, entonces, aun si Pérez no confiesa, te irá mejor de todos modos si tú lo haces.
4. Por tanto, debes confesar. Esto te pondrá lo más pronto en libertad, haga lo que haga Pérez.

Hasta aquí, todo va bien. Pero hay una trampa. Recuerda que a Pérez le han ofrecido el mismo trato. Suponiendo que no es tonto, también él concluirá, a partir del mismo razonamiento, que debe confesar. De este modo, el resultado es que ambos confesarán, y esto significa que les van a echar a ambos sentencias de cinco años. Pero si hubieran hecho lo opuesto, cada uno habría salido en sólo un año. Ésa es la trampa. Por buscar racionalmente sus propios intereses, ambos terminaron peor que si hubieran actuado de otro modo. Eso es lo que hace del dilema del prisionero un dilema.

Es una situación paradójica: tanto a ti como a Pérez les irá mejor si ambos, simultáneamente, hacen lo que no va en su propio interés.

Si te pudieras comunicar con Pérez, por supuesto, podrías llegar a un acuerdo con él. Podrían acordar que ninguno de los dos confesará; entonces ambos podrían obtener la libertad en un año. Cooperando, a ambos les iría mejor que si actuaran por su cuenta. Cooperar no le dará a ninguno de los dos el resultado óptimo —la libertad inmediata—, pero les dará a ambos un mejor resultado del que cada uno podría obtener si no cooperaran.

Sería vital, empero, que cualquier acuerdo entre ambos se pudiera hacer cumplir, porque si él incumple y confiesa, mientras que tú cumples con el trato, entonces terminarías cumpliendo la condena máxima de 10 años, mientras que él quedaría en libertad. Así, para que sea racional cumplir tu parte de un trato semejante, habrás de tener la seguridad de que él va a cumplir su parte (y por supuesto, él tendría la misma preocupación de que tú incumplieras). Sólo un acuerdo que se pueda hacer cumplir podría dar una salida al dilema, para cualquiera de los dos.»

 

No es el caso, pero si el mayor bien para uno mismo se obtuviera actuando de manera egoísta (de manera individual o mediante colusión) en lugar de actuando cooperativamente(2), eso seguiría siendo irracional, pues se antepondría el sentimiento de amor a uno mismo sobre los intereses legítimos de otros individuos. Además, se buscaría maximizar el bien de manera parcial en uno mismo, en lugar de maximizarlo de manera absoluta en todos.

Egoísmo y darwinismo social

4. Algunas personas intentan usar la teoría de la evolución de las especies enunciada por Darwin para justificar el darwinismo social.

Por ejemplo, John D. Rockefeller Jr (1874-1960) dijo: «El crecimiento de un gran negocio no es más que una forma de supervivencia de los más aptos… Sólo sacrificando a los capullos tempranos que crecen a su alrededor, se consigue la rosa llamada American Beauty, con un esplendor y una fragancia que regocija a quien la contempla. Esto no es ninguna mala tendencia dentro del mundo de los negocios. Se trata simplemente de la acción de las leyes de la naturaleza y de Dios».

Una refutación a este tipo de planteamientos la dio Trofim Lysenko (1898-1976): «¿Cómo explicar por qué la biología burguesa valora tanto la ‘teoría’ de la competencia dentro de la especie? Porque así justifica el hecho de que, en la sociedad capitalista, la gran mayoría del pueblo, incluso en un período de superproducción de bienes materiales, vive en la pobreza… No hay competencia dentro de las especies en la naturaleza. Sólo hay competencia entre las distintas especies: el lobo se come a la liebre; la liebre no se come a otra liebre, sino que come hierba.» (p.44).

El error de ambos es que el «cómo deben ser las cosas» no lo determina «cómo son las cosas en el presente», sino los intereses y la regla de Oro de la Ética Basada en la Realidad que de ellos se infiere: A priori, los intereses no deben ser frustrados.[4]

Notas

(1) Este imperativo categórico ya no sería el de una ética formal (vacía de contenido) sino el de una ética material. ¿Por qué sólo los humanos son un fin en sí mismos? ¿por qué los animales no-humanos no son un fin en sí mismos? Kant es antropocentrista, y aquí cae en el especismo pues, aunque apele a la razón humana y a otras características, hemos visto que no todos los humanos las poseen o si las poseen es en grado, como los animales no-humanos.
(2) Para que los acuerdos de cooperación no sean violados por quienes se quieran aprovechar de la cooperatividad de otros, estos deben ser protegidos por leyes jurídicas.
(3) Puede verse la contradicción de decir por un lado que debemos buscar el beneficio propio y por el otro, de cara al público, decir que el objetivo es lograr el bien común, pues si todos miran por su propio interés entonces eso siempre va en perjuicio del grupo.

Referencias

[2] Lori Gruen. Los animales. En Compendio de Ética. Peter Singer. Alianza Editorial, Madrid, 1995 (cap. 30, págs. 469-482)
[4] Gruen, Lori. «Los animales». Simpatía. Peter Singer (ed.), Alianza Editorial, Madrid, 1995. Adaptación: Miguel Moreno Muñoz, 1998.
[9] Chomsky, Noam (febrero de 2002). «Distorted Morality: America’s War on Terror?» (en inglés). Consultado el 11-09-2008.
[10] Chomsky, Noam (18 de enero de 2006). «Amnesty International Annual Lecture: «War on Terror»» (en inglés). Consultado el 11-09-2008.
[11] Chomsky, Noam (9 de mayo de 2006). «A Just War? Hardly» (en inglés). Consultado el 11-09-2008.
[12] Chomsky, Noam (2 de julio de 2002). «Terror and Just Response» (en inglés). Consultado el 11-09-2009.
[13] «Noam Chomsky + Robert Trivers». Seed Magazine. 6 de septiembre de 2006. Consultado el 11-09-2008.
[14] youtube.com – Noam Chomsky’s Manufacturing Consent: The Final Chapter. Consultado el 11-09-2008.

Bibliografía

– Singer, Peter. «¿Por qué actuar moralmente?», extraído de Ética práctica, 2a edición, Cambridge, 1995.
– Kolakowski, Leszek, «Si Dios no existe…», 1988.
– Marqués de Sade, «Filosofía en el tocador», 1795.
– Kant, Immanuel, «Fundamentación de la metafísica de las costumbres», 1785.
– Adam Smith, La riqueza de las naciones, Tomo II, San José, Costa Rica: Universidad Autónoma de Centro América, 1986.

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