Activista destacado: Tom Regan (1938-2017)

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Tom Regan (nacido el 28 de noviembre de 1938 en Pittsburgh, Pennsylvania y muerto el 17 de febrero de 2017) fue un filosofo estadounidense que está especializado en la teoría sobre los derechos de los animales. Regan se graduó de la Thiel College en 1960, recibiendo su maestría en 1962 y su doctorado en 1966 de la Universidad de Virginia. Es profesor emérito de filosofía en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, donde enseñó desde 1967 hasta su retiro en 2001.

Regan es autor de cuatro libros sobre la filosofía de los derechos de los animales, incluyendo «The Case for Animal Rights» («La Causa por los Derechos Animales») (1983), uno de un puñado de estudios que han influido en el moderno movimiento de liberación animal. En estos, afirma que los animales no-humanos son lo que él llama la sujetos-de-una-vida, igual que los humanos lo son, y que, si queremos atribuir valor a todos los humanos independientemente de su capacidad de racionalidad, a continuación, con el fin de ser coherentes, hay que atribuírselo igualmente a los animales no humanos.

Intervención en la naturaleza

Regan defiende que los individuos con valor inherente tienen derecho a recibir asistencia cuando así lo necesiten, es decir, los humanos deberíamos asistir y ayudar a cualquier individuo que posea valor inherente y sea víctima de injusticias a manos de otros (Regan, 1983, 249). Por contra, Regan defiende que sólo los agentes morales son capaces de violar los derechos de los otros. A partir de ello deduce que como los animales no-humanos no pueden considerarse agentes morales entonces no existiría violación de derechos en los conflictos depredador/presa.

ANÁLISIS DE LA OBRA DE TOM REGAN SOBRE ÉTICA ANIMAL

The Moral Basis of Vegetarianism (Las Bases Morales del Vegetarianismo) (1975)

En 1975, se publicó el libro de Tom Regan titulado «The Moral Basis of Vegetarianism» («Las Bases Morales del Vegetarianismo»), en el cual niega la tesis de quienes manifiestan que matar animales no humanos es moralmente aceptable si al hacerlo no se les causa dolor. Para Regan, el acto de matar a un animal, aunque se le dispense una muerte indolora, es moralmente condenable, puesto que los animales no humanos tienen, como los humanos, derecho a la vida, pues también tienen intereses que deben ser protegidos.

No hay nada que justifique que una práctica moralmente censurable en caso de aplicársela a los humanos, no lo sea también en caso de aplicársela a los animales no humanos; pues si no fuera así entonces todos los humanos, y sólo ellos, deberían poseer una característica moralmente relevante que justificara la diferencia de consideración moral entre humanos y animales no-humanos, pero la evidencia apunta a que dicha característica no existe.

The Case for Animal Rights (La Causa por los Derechos Animales) (1983)

En 1983, se publicó el libro de Tom Regan titulado «The Case for Animal Rights» («La Causa por los Derechos Animales»). Regan, comienza por lo más básico: si queremos otorgarles derechos a los animales entonces hay que comprobar que son conscientes. Para eso desarrolla un Argumento acumulativo para determinar dicha consciencia animal. Este contiene 5 puntos:

– La atribución de conciencia a ciertos animales es parte de la visión del sentido común.

– Especialmente la gente que convive con animales sabe (sentido común) que se puede comunicar con los animales de alguna forma y que existe un mutuo entendimiento aunque sea en mínimo grado.

– La atribución de conciencia a ciertos animales esta en armonía con el uso común del lenguaje (descripciones antropomórficas).

– Es inevitable que al hacer descripciones de los comportamientos de los animales no-humanos, nos refiramos a ellos con un lenguaje comúnmente utilizado para describir a los seres humanos. Lo que a simple vista puede ser visto como antropomorfizar a los animales (otorgarles características humanas a los animales no-humanos), puede a partir de este punto ser visto de otra manera: las características que son utilizadas para describir a los humanos pueden ser utilizadas, sin reparo alguno, para describir a los animales no-humanos porque ambos poseemos comportamientos similares o iguales.

– La atribución de conciencia a los animales no implica o asume que los animales tienen almas inmortales (inmateriales) independiente de convicciones religiosas. Si queremos hacer análisis objetivos respecto de la verdadera naturaleza de los animales no-humanos, debemos dejar todo tipo de fundamentalismos religiosos fuera: ningún tipo de creencia puede justificar, como gran parte de las religiones lo hacen, que se vea al ser humano por sobre los animales, y a estos últimos como meras creaciones al servicio del «hombre». Si existe cierto tipo de religión o grupo religioso pro animales, debe tratarse simplemente como otro grupo en esta causa con un público objetivo especifico.

Cómo se comportan los animales esta directamente relacionado con verlos como seres conscientes. Cuando un perro hambriento abandonado elige entre la basura un hueso en vez de una esponja para lavar los platos esta demostrando que es un ser consciente e inteligente. Lo mismo sucede cuando los ratones sólo sacan el queso de las trampas y huyen rápidamente. En otras palabras, no necesitamos erigir enormes teorías sobre el comportamiento animal. Tan solo necesitamos observarlos detenidamente para darnos cuenta que si poseen consciencia e inteligencia.

Regan argumenta que los animales no humanos son objeto de derechos morales. Su filosofía, el deontologismo, se encuentra en general dentro de la tradición de Immanuel Kant (1724-1804), si bien él rechaza la idea de Kant de que el respeto se debe solo a los seres racionales. Regan argumenta que sistemáticamente atribuimos valor intrínseco, y por lo tanto, el derecho a ser tratados con respeto a los humanos que no son racionales incluyendo a los bebés y a aquellos que sufren discapacidades mentales graves.

El atributo crucial que todos los humanos tienen en común, según él, no es la racionalidad sino el hecho que cada uno tiene una vida que tiene valor para nosotros; en otras palabras, lo que sucede nos importa sin importar que le importe a cualquier otro. En la terminología de Regan, cada uno estamos experimentando ser sujeto-de-una-vida. Regan explica lo que es el sujeto-de-una-vida de la siguiente manera[1]:

«Cada uno de nosotros somos el sujeto que experimenta una vida, una criatura consciente que tiene un bienestar individual que tiene importancia para nosotros cualquiera que sea nuestra utilidad para otros. Queremos, preferimos, sentimos y creemos ciertas cosas, recordamos y esperamos. Y todas estas dimensiones de nuestra vida, incluyendo nuestro placer, dolor, diversión, sufrimiento, satisfacción, frustración, nuestra continuada existencia o nuestra muerte inesperada- todas contribuyen a la calidad de nuestra vida como vivida, experimentada por nosotros como individuos.» Tom Regan

Si esto es sin duda la base para atribuir valor inherente a los individuos, para ser consistentes debería atribuirse valor intrínseco y, por tanto, derechos morales, a todos los sujetos-de-una-vida, ya sean humanos o no humanos. El derecho básico que todos los que posean valor inherente tienen, argumenta, es el derecho a no ser tratado simplemente como un medio para los fines de otros.

Tom Regan en el programa NC People (1987) (Link)

ANÁLISIS DE LAS IDEAS ÉTICAS DE TOM REGAN

Tom Regan sobre matar sin sufrimiento

En su libro «The Moral Basis of Vegetarianism» (1975), Tom Regan niega las tesis de quienes manifiestan que matar animales es éticamente correcto si al hacerlo no se les causa dolor, pues también tienen derecho ético a la vida.

Tom Regan sobre matar por omisión

Tom Regan mantiene una posición incoherente sobre el derecho de auxilio. Por un lado dice que tenemos el deber de ayudar:

«The respect principle, as a principle of justice, requires more than that we not harm some so that optimific results may be produced for all affected by the outcome; it also imposes the prima facie duty to assist those who are the victims of injustice at the hands of others… Justice, that is, not only imposes duties of nonharm; it also imposes duties of assistance, understood as the duty to aid those who suffer from injustice. All individuals who have inherent value are to be given their due, and sometimes what they are due is our assistance» (Regan, Tom, The Case for Animal Rights, Berkeley: University of California Press, 1983, p. 249)

Contradictoriamente, Tom Regan se opone a ayudar a los animales no humanos que son agredidos por otros, además de una manera especista. En «Derechos animales y ética medioambiental» dice lo siguiente:

«Aunque el foco principal de la consideración de los derechos son los deberes de justicia, hay espacio en esta perspectiva para incluir en ella un deber general de beneficencia, de no limitarse a hacer lo que es justo sino hacer el bien a los demás. Si (según creo) los humanos tenemos deberes de asistencia mutua independientemente de las exigencias de justicia, no hay razón alguna por la que no pueda haber deberes del mismo género en circunstancias en las que están implicados animales. Supongamos, por ejemplo, que un tigre acecha a un niño pequeño. Si espantamos al tigre podemos ser capaces de salvar al niño. Dado que los tigres no son agentes morales en el sentido en que uso esta expresión, no habría a primera vista violación de derechos alguna. Y el caso es que si no hacemos nada, es casi seguro que el niño resulte dañado. ¿Deberíamos intentar evitar este resultado? ¿Tenemos un deber prima facie de intervenir? Es difícil imaginar cómo podríamos defender una respuesta negativa. Asumamos, por consiguiente (lo que considero cierto), que en este caso tenemos un deber prima facie de asistencia. 

A continuación, supongamos que el mismo tigre no acecha a un niño sino a un animal salvaje. Y supongamos, de nuevo, que si espantamos al tigre podemos ser capaces de salvar a este animal salvaje. Dado que los tigres no son agentes morales, en el sentido en el que uso esta expresión, no se produciría, a primera vista, violación de derechos alguna. Y el caso es que es prácticamente seguro que el animal salvaje resulte dañado si nosotros no hacemos nada. ¿Debemos tratar de evitar este resultado? ¿Te­nemos un deber prima facie de intervenir? Mi respuesta ha sido y sigue siendo: no.»

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