ARGUMENTO: «Debemos vivir como en las culturas indígenas, pues son culturas éticamente correctas»

Algunas personas dicen que deberíamos vivir como lo hacen las culturas indígenas, pues piensan que éstas son un ejemplo de sociedad éticamente correcta (sociedad de los buenos salvajes).

Formulamos de forma más clara el argumento que
utilizan dichas personas. Las
premisas y la conclusión serían las siguientes:

ARGUMENTO:
(P1) Las culturas indígenas son un ejemplo de lo que es vivir éticamente.
(C) Debemos vivir como en las culturas indígenas.


A continuación vamos a mostrar cómo puede rebatirse este argumento.

(i) Creer que las culturas indígenas son benévolas es caer en el mito del buen salvaje. El buen salvaje, noble salvaje, o mito del buen salvaje es un lugar común o tópico en la literatura y el pensamiento europeo de la Edad Moderna, que nace con el contacto con las poblaciones indígenas de América. Este mito, aun hoy en día, se ha convertido en parte del imaginario de muchas personas sobre la relación entre los pueblos civilizados y los primitivos.

Desde el famoso texto de Cristóbal Colón en que dice haber llegado al paraíso terrenal, la imaginación se desbordó para atribuir todo tipo de bondades ingenuas a los indígenas (los naturales, como se les llamaba en los documentos españoles de la época). A ello también contribuyó en gran medida Bartolomé de las Casas con su Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias. El papel de parte del clero, de teólogos como los de la Escuela de Salamanca y de los propios reyes puede verse en la convocatoria de la Junta de Burgos y la Junta de Valladolid, que discutían sobre la naturaleza y la justificación de la conquista y la explotación económica de América (polémica de los justos títulos o de la guerra a los naturales) y el corpus legislativo de las leyes de Indias. La Leyenda Negra amplificó por toda Europa la visión en positivo de los indígenas americanos, descritos como seres humanos en estado de naturaleza, virtuosos, amables, ingenuos y confiados; perfecto contrapunto de sus conquistadores, que esa misma propaganda antiespañola describe como abyectos y sanguinarios torturadores, entregados a la codicia y al fanatismo, que resumirían todos los vicios y degeneración del hombre civilizado.

Las utopías del siglo XVI (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura; Tomás Moro, Utopía) y obras como la de Baltasar Gracián (El Criticón) en el siglo XVII, llevan a la definitiva discusión sobre si el ser humano es malo por naturaleza (Leviathan de Hobbes) o si es bueno por naturaleza, como pretendió la Ilustración (Locke y sobre todo Rousseau), que vuelve a descubrir ejemplos de buenos salvajes en las islas del Pacífico (tropicales y paradisíacas como las Antillas, con indígenas desnudos de fácil trato y naturaleza pródiga) que describen viajeros como James Cook y se reproducen en historias como la del motín del Bounty.

También contribuyó a la extensión del uso del concepto el hallazgo de niños salvajes o niños ferales (Víctor de Aveyron y Kaspar Hauser), que a su vez tuvieron tratamiento literario y cinematográfico, por sí mismos o como inspiración. El tema aparece en conjunción con el exotismo de los pueblos extraeuropeos en El libro de la selva o Tarzán.

La violencia

La violencia es un universal antropológico. Según Steven Pinker:

«En los pueblos preagrícolas, no es extraño que un tercio de los hombres mueran a manos de otros hombres, y que casi la mitad de los hombres hayan matado a alguien. En comparación con las prácticas bélicas modernas, la movilización primitiva es más completa, las batallas son más frecuentes, el número de víctimas es proporcionalmente mayor, menor el número de prisioneros y mayor el daño producido por las armas. Incluso en las sociedades más pacíficas de cazadores recolectores, como los Kung San del desierto del Kalahari, la tasa de asesinatos es parecida a la que podemos encontrar en junglas urbanas americanas modernas como Detroit. En su búsqueda de universales humanos a través de los registros etnográficos, el antropólogo Donald Brown incluye entre los rasgos documentales en todas las culturas el conflicto violento, la violación, la envidia, la posesividad sexual y los conflictos intragrupales y extragrupales». Steven Pinker

Según explica Eduard Punset[1]:

«En pleno siglo XV, hace nada, –agárrese el cinturón, por favor–, los incas ofrecieron a sus dioses la vida de dos niñas provistas de varios zapatitos y vestidos para la larga travesía que iniciarían después de quemarlas insensiblemente sus familias. Las momias de sus cadáveres se han mantenido intactas y pude contemplar su fotografía en una revista científica. Resulta que, hasta hace bien poco, era común ofrecer a los dioses sacrificios humanos alucinantes. Siglos después de ese relato se seguía encarcelando o martirizando a la gente –no suelte el cinturón, por favor– cuando sus convicciones no coincidían con las de los que mandaban. Hace unos siete años, uno de mis científicos preferidos recordaba una cifra espeluznante: un veinticinco por ciento de los adultos del sexo masculino moría rutinariamente en la guerra. Siempre fue así. Los humanos a los que dejaban vivir se han matado entre ellos desde tiempo inmemorial porque no tenían más remedio que elegir entre morir de hambre o robar a sus vecinos. No les gustaba, necesariamente, contribuir a la extinción de sus vecinos, pero siempre prefirieron esta alternativa a la otra». Eduard Punset

Algunas otras tradiciones de algunas tribus: reducir las cabezas a los de las tribus enemigas, sacar el corazón aún palpitando en sacrificios brutales y arrasar con toda la vegetación como sucedió en la isla de Pascua, etc.

RELIGIÓN Y POLÍTICA

La política de los pueblos primitivos está regida por la religión, es decir, son teocracias.

Talal Asad (1993), un experto tanto en el islamismo como en el cristianismo, quien llegó a la conclusión de que «no puede existir una definición universal de religión… ya que esa definición es en sí misma el producto histórico de procesos discursivos» (pag.29). Estos procesos discursivos no se forjaron en el terreno político o histórico de ningún hombre, sino que respondían a conflictos completamente tangibles sobre la distribución de poder, autoridad y legitimidad. Incluso hoy, considera Asad, la separación de lo que cuenta como religión y lo que cuenta como política responde a intereses personales concretos. Curiosamente, esos intereses conectan con diferentes partes que de otro modo sería difícil que llegaran a un acuerdo[4]:

«Este esfuerzo por definir la religión coincide con la exigencia liberal de nuestra época de que debe permanecer completamente separada de la política, la ley y la ciencia (espacios en los que la variedad de poder y la razón articulan de manera muy particular nuestro modo de vida). Esta definición forma, en principio, parte de una estrategia (para los liberales seculares) del aislamiento y (para los liberales cristianos) de la defensa de la religión. Sin embargo, esta separación entre la religión y el poder es una norma occidental moderna, el producto de una historia singular surgida de la Reforma». (Asad, 1993a, pág.28)

INFANTICIDIO

– En las tribus de los ayoreo, los yanomamo y los aché, es frecuente que las madres maten —por ejemplo, enterrándolos— a sus hijos recién nacidos por causas como que la madre no tenga marido, que el hijo sea deforme, que hayan nacido gemelos o que el hijo nazca relativamente cerca de uno anterior.

– Los esquimales abandonan en la nieve a un 20% de las niñas nacidas y esto al parecer se relaciona con el hecho de que sean los varones adultos los que sufren un número mayor de accidentes, ya que son ellos los que cazan.

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Camilo

Me parece muy interesante la forma en que se desmonta el mito del buen salvaje. Y estoy de acuerdo 100%.

Sin embargo es poco científica la forma en que de dos plumazos se deacarta la leyenda negra como falsa (??), pues una cosa no niega la otra.

La llamada leyenda negra es una versión exagerada por Imperios rivales del Imperio español para desacreditarle.

Sin embargo los abusos de dicho Imperio a los indígenas fueron reales y están comprobados científicamente.

La «leyenda rosa» del «buen Imperio» es tan nociva como la del «buen salvaje»