Reseña del libro «Beyond Prejudice» de Evelyn Pluhar (Óscar Horta)

Reseña de Óscar Horta del libro de Evelyn Pluhar «Más allá del prejuicio: la importancia moral de los animales humanos y no humanos» (Beyond Prejudice. The Moral Significance of Human and Nonhuman Animals, Duke University Press, Durham y Londres, 1995).

Mientras algunos autores que han tratado la cuestión del especismo han escrito varios libros sobre el tema, otros han presentado sus reflexiones en torno a este en un solo trabajo. Este es el caso de Pluhar. Su único libro hasta el momento ha sido Beyond Prejudice (Más allá del prejuicio) Pero ha sido suficiente para poder considerarla una de las teóricas que han contribuido de forma más significativa al debate. Más allá del prejuicio es por ahora la compilación más exhaustiva de los diferentes argumentos que han sido presentados para intentar justificar la discriminación de los animales no humanos, así como de las distintas formas en que pueden ser rebatidos.

Pluhar comienza presentando el punto de vista especista antropocéntrico (al que llama “homocentrismo”) en el primer capítulo, titulado “La «superioridad» humana y el argumento de los casos marginales”.[1] Define esta posición indicando que se caracteriza por afirmar que “todos los seres humanos y sólo ellos pueden ser moralmente significativos en grado máximo”.[2] Pluhar distingue entre el antropocentrismo y lo que llama la “perspectiva de la plena personeidad (la capacidad o hecho de ser persona)”. Con este término a lo que Pluhar se refiere es a la idea de que aquellos cuyos intereses deben ser plenamente tenidos en cuenta son aquellos que cabe considerar “personas en un sentido pleno”, para lo cual se requiere tener ciertas capacidades (como el uso de un lenguaje, la capacidad de tener responsabilidades u otras facultades intelectuales). Pluhar usa el argumento de las diferencias entre humanos para mostrar que el especismo antropocéntrico y la perspectiva de la personeidad plena son posiciones contradictorias, pues hay humanos que no pueden ser considerados personas plenas de acuerdo a la definición dada a este término (los niños pequeños y aquellos con discapacidades intelectuales). Para nombrar este argumento usa la terminología que ha sido aceptada de modo más común, la de “argumento de los casos marginales”. Tal denominación, introducida por uno de los defensores del especismo, Jan Narveson, resulta realmente inadecuada. Es por ello inaudito que haya llegado a tener tan la amplia aceptación. Supone tomar como referencia un prototipo de ser humano al que nos adecuaríamos en mayor o menor medida, siendo denominados “marginales” aquellos que caigan fuera de los límites establecidos como paradigmáticos: una asunción que resulta enormemente cuestionable (e ilustra las dificultades que surgen a la hora de dar una definición satisfactoria desde un punto de vista científico del concepto de especie). Una denominación como “el argumento de las diferencias entre humanos” parece mucho más apropiada, puesto que apunta al hecho de que existen las diferencias que tal denominación señala, y ello que implica que los criterios que son propuestos en defensa del antropocentrismo especista no son satisfechos por todos los humanos.

Aparte de esto, la distinción entre antropocentrismo y la apelación a la “personeidad plena” con el fin de justificar la discriminación de los animales no humanos es también cuestionable. En el caso de las discriminaciones entre humanos tal diferencia no es aceptada. Por ejemplo, la discriminación de aquellos que no tienen un cierto color de piel se considera racismo igualmente cuando no es defendida aludiendo a la “raza”, sino a las capacidades individuales de las que aquellos que no tienen tal color de piel supuestamente carecerían. Trazar tal distinción en el caso del especismo (antropocéntrico) significaría dar al especismo una consideración diferente a la que reciben las discriminaciones dadas dentro del grupo humano. Esto parece ciertamente inadecuado tanto desde un punto de vista teórico como, especialmente, práctico.

En el siguiente capítulo “Respuestas al argumento de los casos marginales”[3] Pluhar da cuenta con gran habilidad de las diferentes respuestas que este argumento ha recibido. Algunas de estas han acusado al argumento de infravalorar a aquellos humanos que no llegan a poseer las capacidades comentadas. Pero tal suposición es, simplemente, falsa: realmente, hay humanos que carecen de tales capacidades; lo que es más, estos no constituyen sólo una minoría. Por el contrario, todos los humanos carecen de ellas por lo menos en un cierto momento de su vida (cuando son niños pequeños). Otros teóricos han argüido contra el argumento afirmando que no preocuparse por aquellos que no poseen las capacidades mencionadas pondría en peligro a aquellos que sí las tienen. Esta afirmación no resultará satisfactoria para muchos. Implica que todavía privamos a los primeros de consideración moral. Por otra parte, esta afirmación descansa en una premisa circunstancial: si hacemos una distinción clara entre aquellos humanos que no tienen y aquellos que tienen capacidades intelectuales, lingüísticas o ligadas a la posesión de responsabilidades, no se derivará ningún peligro de dañar a estos últimos. Y ello sería perfectamente posible. El argumento de las diferencias entre humanos resulta irrefutable.

El tercer capítulo “El especismo y la plena personeidad”[4] incluye otra brillante exposición de argumentos en defensa del antropocentrismo. Presenta aquí Pluhar aquellos argumentos que no aluden a las capacidades individuales (como los que se refieren a los vínculos emocionales) y aquellos que intentan mostrar que la mera pertenencia a una especie de la que la mayoría de los miembros son “personas plenas” es moralmente relevante. Muestra que se encuentran basados en criterios arbitrarios. Sólo la posesión de experiencias positivas y negativas debe ser tenidas en cuenta a la hora de distinguir a aquellos que deben ser respetados.

Pluhar ha empleado los tres capítulos iniciales de su obra rebatiendo las diferentes defensas del especismo antropocéntrico. Los argumentos que refutan esta forma de discriminación pueden ser resumidos como sigue:

i) Una diferenciación moral debe basarse en factores moralmente relevantes. Esto no es el caso ni de la pertenencia a la especie ni del resto de las razones presentadas para defender el antropocentrismo (como la posesión de ciertas capacidades o el hecho de tomar parte en ciertas relaciones).
ii) Muchos humanos no satisfacen los criterios que han sido comúnmente defendidos al tratar de justificar el antropocentrismo.

Pues bien, en este punto es importante hacer un apunte con respecto a la relevancia de la contribución de Pluhar. Incluso teniendo en cuenta sus más y sus menos, hay que señalar que el valor de la obra de Pluhar (así como de otros autores que han explicado los argumentos en contra del especismo) no ha sido apropiadamente tenido en cuenta por los activistas pro derechos animales. Este es un síntoma preocupante de falta de reflexión sobre cómo combatir la discriminación y el uso de los animales no humanos. A menudo aquellos que luchan contra esto argumentan pidiendo a la opinión pública que sea “compasiva” o “bondadosa”, y no “justos” con los animales no humanos. En otros casos, se argumenta que son seres “inteligentes”, “simpáticos” o “bellos”. Ninguna de estas afirmaciones cuestiona el especismo (ya no digamos aquellas que no tienen que ver con los intereses de los animales, como cuando se sostiene que dañarlos conduce a dañar a los seres humanos). Los argumentos de Pluhar muestran que sólo las circunstancias relevantes deben ser tenidas en cuenta. Y ser “inteligente”, “simpático” o “bello” no es lo que determina la posesión de la capacidad de sufrir y disfrutar, que es la que hace que las acciones de los demás nos puedan dañar.

Los argumentos antiespecistas, sin embargo, funcionan de manera muy distinta. Muestran que no podemos trazar ninguna línea que distinga moralmente a todos los seres humanos de todos los animales no humanos, y, por tanto, que no hay ningún argumento que justifique una consideración desigual (especista) de sus intereses. Descubrimos así lo útil que es el trabajo de quienes, como Pluhar, han explicado cómo argumentar en este sentido. Los activistas a favor de los derechos animales harían bien en estar muy al tanto de los distintos argumentos que pueden usar aquellos que buscan defender el especismo, y de cómo rebatirlos.

Los últimos dos capítulos de Más allá del prejuicio se ocupan de las diferencias entre distintas posiciones que pueden ser mantenidas por los críticos del especismo. La intención de los anteriores capítulos ha sido básicamente apuntar a la necesidad de consistencia de las distintas posiciones en ética. El modo en que se procede en ellos es el común a la hora de rechazar el especismo: mostrar que esta posición no puede ser defendida de modo consistente, puesto que choca con otras asunciones enraizadas de modo mucho más profundo en nuestras creencias más básicas (como que, por ejemplo, es la posibilidad de sufrir y disfrutar lo que determina que podamos ser dañados o beneficiados; o que los seres humanos que no poseen ciertas capacidades deben, no obstante, ser moralmente considerados pese a ello –de modo que carecer de cierto grado de inteligencia u otras facultades no puede ser algo moralmente relevante–). Estos argumentos no dependen de la aceptación de ninguna teoría ética particular. Sin embargo, en los capítulos 4 y 5, Pluhar presenta distintas teorías alternativas y abre una discusión entre estas. Así, el capítulo cuarto, “El utilitarismo y la protección de la vida inocente”,[5] es un ataque al utilitarismo y la perspectiva que Singer mantiene sobre el problema de la muerte y el valor de la vida. En Ética práctica,[6] Singer sostiene que hay una diferencia entre el interés en vivir poseído por aquellos seres que pueden planear sus vidas (lo que implica ser capaz de concebir la propia vida a través del tiempo durante largos periodos) y aquellos que, incluso pese a ser seres conscientes (esto es, seres que pueden sufrir y disfrutar) son incapaces de hacer esto. Y sostiene que el interés en vivir de los primeros sería cualitativamente mayor.

Pluhar responde a Singer rebatiendo los argumentos mediante los cuales llega a tal afirmación. De cualqueir modo, es importante apuntar que la posición derivada de un punto de vista utilitarista no tendría por qué ser la defendida por Singer. Conforme a este podría seguirse un planteamiento que no estableciese distinciones en este sentido con respecto al interés en vivir de cada ser.

¿Puede acusarse a la posición de Singer de ser especista en este punto? Lo cierto es que no es una pregunta que se pueda responder fácilmente. Está claro que la aplicación de los principios que Singer acepta no es en sí misma especista, puesto que Singer exige en todo momento que humanos y no humanos sean tratados de modo igualitario. Sin embargo, hay algo que merece la pena preguntarse aquí: ¿Por qué ha elegido Singer aquellos criterios (que resulta que muchos humanos satisfacen y muchos no humanos no) en lugar de otros que la mayoría de los humanos satisfarían, u otros que ni los humanos satisfarían? Parece que sus argumentos tienen como referencia a los seres humanos, pudiendo así ser cuestionados por antropocéntricos.

En el último capítulo “Justificación y juicio: reivindicando y respetando los derechos morales básicos”.[7] Pluhar presenta su propia posición en ética. Su perspectiva defiende la existencia de derechos, pero es distinta de la defendida, por ejemplo, por Regan. Basa su posición en la teoría de Gewirth. Este ha querido demostrar que todos los seres humanos mediante un argumento como el que sigue. Afirma que, en cuanto que todos precisamos actuar para conseguir nuestros objetivos, todos necesitamos que se respete nuestra capacidad de actuar. Ello sería equivalente a decir que todos reivindicamos el derecho a actuar, y ello (siempre según Gewirth), implicaría, por consistencia, reconocer que todos hemos de tener tal derecho, con lo que habremos de respetar los derechos de los demás.[8] Pluhar asume este argumento para defender que los animales de especies distintas a la nuestra deberían también disfrutar de derechos, de cara a poder conseguir sus objetivos (esto es, satisfacer sus intereses y necesidades). Pero deja de lado el prejuicio antropocéntrico que Gewirth manifiesta al presentar su teoría. De cualquier modo, la discusión sobre qué teoría ética es preferible resulta ciertamente interesante, pero es independiente del debate con respecto a si el especismo está o no justificado. Los argumentos antiespecistas son de aplicación independientemente de la teoría ética particular (contractualismo, utilitarismo, ética de la virtud…) que defendamos.

Fuente: animanaturalis.org – Reseña de Beyond Prejudice (parte I)
Fuente: animanaturalis.org – Reseña de Beyond Prejudice (parte II)

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NOTAS

RespuestasVeganas.Org: La publicación de este artículo en RespuestasVeganas.Org no implica necesariamente que se compartan todas y cada una de las cuestiones expresadas en el mismo; sin embargo, consideramos interesante su publicación por la aportación que puede hacer a la causa del movimiento abolicionista.

REFERENCIAS

[1] “Human “Superiority” and the Argument from Marginal Cases”.
[2] Pluhar, Beyond Prejudice, p. 10.
[3] “Responses to the Argument from Marginal Cases”
[4] “Speciesism and full personhood”
[5] “Utilitarianism and the Protection of Innocent Life”
[6] Singer, Peter, Ética Práctica, Cambridge University Press, Cambridge, 1995 [título original: Practical Ethics, 2ª ed., Cambridge University Press, 1993].
[7] “Justification and Judgement: Claiming and Respecting Basic Moral Rights”.
[8] Gewirth, Alan, Reason and Morality, Chicago University Press, Chicago, 1978.

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