El consecuencialismo

El consecuencialismo no da prioridad a normas éticas como hace el deontologismo, sino que da prioridad al objetivo que se quiere alcanzar, identificando con él un cierto estado de las cosas bueno o valioso, lo que se suele llamar «un mundo mejor» o «un universo mejor». El consecuencionalismose centra en las posibles consecuencias que las acciones y las omisiones tendrán para el avance hacia ese mundo mejor.
Por lo tanto, el consecuencialismo considera que la mejor acción es aquella que, sea cual sea (el fin justo justifica los medios), fomenta dicho estado bueno o valioso de las cosas, considerando peores las acciones que nos alejan del objetivo de un mundo mejor.

El fin y los medios (kantismo vs utilitarismo)

El consecuencialismo prescribe actuar de manera que se produzca un mundo/universo mejor (con mayor bien o valor), ya sea aumentando el bienestar total, aumentando la igualdad, satisfaciendo mejor el mérito, etc., aunque para conseguirlo algunos individuos salgan perjudicados. Suele decirse que el consecuencialismo rechaza los derechos, pero esto suelen afirmarlo deontologistas que no aceptan que pueden violarse derechos mediante omisiones, o mismamente para defender a unas personas de otras. Como el consecuencialismo tiene en cuenta tanto las consecuencias de las acciones directas como de las omisiones, entonces considera inevitable violar algunos derechos para proteger otros más valiosos o de un mayor número de personas.

Una manera de clasificar a los distintos tipos de consecuencialismo es a partir de los agentes que se deben tener en cuenta cuando se consideran las consecuencias de las acciones. Esto da lugar, al menos, a tres tipos de consecuencialismo:

– Utilitarismo: El utilitarismo es la doctrina moral según la cual la acción moralmente correcta es aquella que produce una maximización de la utilidad. Para determinar qué es la utilidad, hay que acudir a una teoría del valor o axiología, la cual determinará cuál es el mejor mundo posible. Se considera que existen tres tipos de teoría del valor:

  • La que considera que lo valioso son los estados mentales (placer, felicidad…).
  • La que considera que lo valioso es la satisfacción de las preferencias.
  • La que considera que lo valioso es un elemento de una lista objetiva.

– Altruismo moral: El altruismo moral sostiene que la mejor acción es aquella que produce las mejores consecuencias para todos menos para el agente.

– Egoísmo moral: El egoísmo moral sostiene que la mejor acción es aquella que produce las mejores consecuencias para el agente.

 

UTILITARISMO CLÁSICO

El utilitarismo según Jeremy Bentham

Es posible encontrar algunos esbozos de la doctrina utilitarista en filósofos de la Antigua Grecia como Parménides (s.VI a. C.), y en otros más recientes como Adam Smith (1723-1790), Thomas Robert Malthus (1766-1834) y David Ricardo (1772-1823), pero el utilitarismo es obra de Jeremy Bentham (1748-1832), quien estableció sus bases en Introducción a los principios de moral y legislación (1789). El utilitarismo obtiene su nombre de la pregunta de prueba de Bentham: «¿de qué sirve?». Bentham concibió la idea cuando se encontró con las palabras «la mayor felicidad para el mayor número» en Treatise of Government, de Joseph Priestly (1733-1804). Fue una filosofía radical, pues intentó establecer un sistema moral independiente de la revelación divina y la moral bíblica.

Jeremy Bentham, como hiciera el epicureísmo(1), el estoicismo y Baruch Spinoza (1632-1677), consideró como máxima general utilitarista el hecho de la búsqueda de placer y de ausencia de dolor -lo que se ha venido a llamar hedonismo- como las dos motivaciones principales que, en su tendencia natural hacia la felicidad, dirigen la conducta de todos los seres vivos con capacidad para sentir. La búsqueda de la felicidad no es una obligación moral, sino un hecho biológico y psicológico. Se coloca así al egoísmo o interés propio como el fundamento del comportamiento moral.

A partir de la máxima general utilitarista, Bentham establece una relación con la moralidad: lo bueno y el deber moral han de definirse en relación a lo que produce mayor placer individual al mayor número de personas. Por lo tanto, decir que un acto es bueno, significa que produce más placer que dolor, y por ello, todo acto humano, norma social o institución política o económica, deben ser juzgados según la utilidad que tienen (criterio de utilidad), es decir, lo que es útil es bueno es lo útil (más placer y menos dolor = felicidad = útil = bueno = deber):

«La naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos, el dolor y el placer. Les corresponde sólo a ellos señalar lo que debemos hacer, así como determinar lo que haremos. Por un lado, la norma del bien y del mal, por el otro la cadena de causas y efectos, están sujetos al trono de ellos. Nos gobiernan en todo lo que hacemos, en todo lo que decimos, en todo lo que pensamos; todo esfuerzo que hagamos para librarnos de nuestra sujeción servirá solo para demostrarla y confirmarla». Jeremy Bentham [1]

Por ello, según el utilitarismo, los animales no-humanos, como también tienen capacidad para sentir dolor y placer, también deben ser incluidos en el ámbito de la moralidad:

«¿Hay alguna razón para que se permita que atormentemos a los animales? Yo no veo ninguna… Ha habido épocas en que la mayor parte de la especie humana, bajo la denominación de esclavos, ha sido tratada del mismo modo….como ahora se trata todavía a las razas inferiores de animales. Quizá llegue el día en que el resto de los animales adquieran los derechos de los que nunca pudieron ser privados excepto por la mano de la tiranía. Los franceses ya han descubierto que la negrura de la piel no es razón para abandonar a un ser humano al capricho de su torturador. Quizá llegue el día en que se reconozca que el número de patas, la pilosidad de la piel o la terminación del hueso sacro son razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensitivo al mismo destino… Un caballo adulto o un perro pueden razonar y comunicarse mejor que un infante de un día o de una semana o incluso de un mes. Pero la cuestión no es ¿pueden razonar?, o ¿pueden hablar?, sino ¿pueden sufrir?» […] «Si un ser sufre, no puede existir justificación moral para rehusar tomar ese sufrimiento en consideración. No importa la naturaleza del ser, el principio de igualdad requiere que su sufrimiento se considere igual al sufrimiento semejante de cualquier otro ser» […] «Llegará el día en que el resto de la creación animal podrá adquirir esos derechos que nunca pudieron ser alejados de ellos más que por la mano de la tiranía.» Jeremy Bentham, Los principios de la moral y la legislación, cap.XVII, 1789.

El utilitarismo afirma que su teoría ética ofrece un criterio racional (ciencia positiva) para las elecciones morales, porque afirma basarse en hechos observables y cuantificables:

1º. CUANTIFICACIÓN. El utilitarismo de Bentham partió desde las siguientes premisas sobre lo que resulta intrínsecamente valioso para los individuos:

– La satisfacción o la preferencia son susceptibles de medida.
– La felicidad es cuantificable (cálculo felicítico).
– Todos los placeres son cualitativamente idénticos y, en consecuencia, su única diferenciación es cuantitativa según: intensidad, duración, certeza, proximidad, fecundidad (capacidad de generar otros placeres), pureza (ausencia de dolor –medida en que no contienen dolor–), y extensión (cantidad de personas a las que afecta. En la extensión cuando se trata del Estado, sí que se habla de lo útil para la sociedad, el legislador debe preocuparse de que con sus leyes den “la mayor felicidad al mayor número de ciudadanos”. Debe buscar intereses generales).
– Los placeres de las distintas personas son conmensurables entre sí.

2º. CÁLCULO UTILITARIO. Basándose en lo anterior, el utilitarismo concluye su principio de utilidad:

– La acción o acto moralmente preferible es aquel que produce como consecuencia o resultado la mayor utilidad para el mayor número[2]:

«El principio de utilidad significa aquel principio que aprueba o desaprueba cada una de las acciones según la tendencia que aparenta tener para aumentar o reducir la felicidad de la parte cuyo interés está en cuestión; o, lo que es lo mismo en otras palabras, para promover u oponerse a esa felicidad». Jeremy Bentham

3º. DEBER. De este modo, la moralidad de cualquier acción (ética) o ley (justicia) viene definida por su utilidad para los seres sintientes en conjunto. Utilidad es una palabra que refiere aquello que es intrínsecamente valioso para cada individuo. En economía, se llama utilidad a la satisfacción de preferencias, en filosofía moral, es sinónimo de felicidad, sea cual sea el modo en el que esta se entienda. Estas consecuencias usualmente incluyen felicidad o satisfacción de las preferencias. El utilitarismo es a veces resumido como «el máximo bienestar para el máximo número». De este modo el utilitarismo recomienda actuar de modos que produzcan la mayor suma de felicidad posible en conjunto en el mundo.

Por lo tanto, para el utilitarismo de Bentham, la ética se convierte en una cuestión de cálculo de consecuencias o consecuencialismo. El utilitarismo de Bentham pretende el análisis desapasionado —y no desprovisto de cierta ironía— de las motivaciones del comportamiento individual y colectivo, por ello se le ha venido a denominar como utilitarismo psicológico.

El utilitarismo de Benthan, la forma tradicional de utilitarismo, estableció un utilitarismo del acto, que sostiene que solo calculando las consecuencias totales de cada acción concreta podemos llegar a saber si la acción es correcta. Muchos utilitaristas argumentarían que el utilitarismo no sólo comprende los actos, sino que también los deseos y disposiciones, premios y castigos, reglas e instituciones.

El objetivo último de lograr «la mayor felicidad para el mayor número» le acercó a corrientes políticas progresistas y democráticas: la Francia republicana surgida de la Revolución le honró con el título de «ciudadano honorario» (1792), si bien Bentham discrepaba profundamente del racionalismo de Rousseau y consideraba absurdo el planteamiento iusnaturalista subyacente a la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Negaba también la «religión natural», que construía el concepto de Dios por analogía con los soberanos de la tierra, y defendía la «religión revelada». En la teoría del conocimiento, era nominalista.

El utilitarismo ejerció su influencia sobre toda una generación de políticos británicos, representada por Peel. Además Bentham influyó o intentó influir sobre los gobernantes y líderes de las nuevas repúblicas latinoamericanas. Del mismo modo, dejó fortalecido y apropiado el concepto de Deontología muy utilizado en leyes y códigos del quehacer profesional que mira hacia el futuro. También puede señalarse la incidencia que tendría, a la larga, sobre las doctrinas subjetivas del valor que se impusieron en la teoría económica occidental a partir de la «revolución marginalista» (Walras, Pareto, etc.) su principal obra fue » El parlamento inglés».

El utilitarismo según John Stuart Mill

John Stuart Mill (1806-1873) asumió la máxima general utilitarista, pero discrepó de su maestro Bentham en que:

– Afirma que la felicidad propia no es alcanzable totalmente sin, de una u otra forma, procurar también la felicidad de los demás. Además, Mill admite el sacrificio, la renuncia o el comportamiento, en general, no interesado como una actitud moral que, en ciertas circunstancias, puede coincidir con la propia teoría utilitarista (matizando que dicho sacrificio no constituye un bien en sí mismo, sino un bien en la medida en que contribuya a la felicidad de los demás). Así, en el utilitarismo, se nos dice: «En la norma áurea de Jesús de Nazaret, leemos todo el espíritu de la ética utilitarista: «Haz como querrías que hicieran contigo y ama a tu prójimo como a ti mismo»»

– Afirma que las diferencias entre los placeres, además de cuantitativas, también son cualitativas[3], pues es necesario diferenciar entre placeres inferiores y superiores: «más vale ser un Sócrates insatisfecho que un cerdo satisfecho».

– Debido a lo anterior, afirma que ya no podemos hablar coherentemente de la comparabilidad de los placeres entre diferentes personas. Ciertamente, es preferible (moral y utilitariamente hablando) una persona que ha conquistado los placeres intelectivos, aunque insatisfecha en otros terrenos, a una satisfecha en los placeres sensoriales, pero vacía de los contemplativos. En este punto, el utilitarismo de Mill tiene rasgos de Aristotelismo, epicureísmo (que no hedonismo craso) y estoicismo innegables.

– El utilitarismo de Mill pretende destacar que ciertos valores éticos tradicionales (libertad, compasión, igualdad, etc.) son lo que más conviene (utilitaristamente hablando) al ser humano, por ello se le ha venido a denominar como utilitarismo idealista.

– Al contrario que el utilitarismo del acto de Bentham, el utilitarismo de de Mill, estableció un utilitarismo de la regla o de la norma que, según Mill, sostiene que la acción correcta es la que cumple con una norma cuya observancia generalizada produce mejores consecuencias que la observancia generalizada de cualquier otra norma aplicable al caso; no debemos considerar actos aislados.

El utilitarismo según Henry Sidgwick

En filosofía, Henry Sidgwick (1838-1900) se dedicó a la ética y en particular al examen de principios intuitivos de conducta fundamentales y al problema del libre albedrío. Adoptó una posición que puede ser descrita como hedonismo ético, de acuerdo al cual el criterio de bondad en una acción cualquiera es que produzca la mayor cantidad posible de placer. Sin embargo este hedonismo no está confinado al ego (egoista), sino que involucra una preocupación por el placer de los otros, y se caracteriza además por ser universalista.

UTILITARISMO IDEAL O EUDAIMONISTA

Utilitarismo según George Edward Moore

George Edward Moore (1873-1958) criticó el utilitarismo hedonista, que identifica la felicidad con el placer físico, pero a su vez propuso un utilitarismo ideal o eudaimonista, que identifica la felicidad con una vida buena.

Según Moore en Principia Ethica (1903), el placer no es la única experiencia valiosa. También son valiosos el conocimiento, la experiencia estética o el afecto entre las personas, con independencia de que resulten placenteras o no. El placer no es el único ingrediente de la felicidad.

Pero Moore también sostuvo que la conducta moral no se reduce a la promoción de la felicidad humana. Si estuviera en nuestras manos hacer más bello el mundo, sería nuestro deber hacerlo, aun cuando supiéramos que ningún ser humano habría de disfrutar de esa belleza.

Según Moore, el concepto de «lo bueno» se refiere a una cualidad sencilla, indefinible e imposible de analizar respecto a las cosas y situaciones concretas. Es una condición no natural, porque se aprehende no por el sentido de la experiencia sino por un tipo de intuición moral.

UTILITARISMO MODERNO

Utilitarismo negativo

Existe un utilitarismo negativo. Muchas teorías utilitaristas defienden la producción del máximo bienestar para el máximo número de personas. El utilitarismo negativo cree necesario evitar la mayor cantidad de dolor o daño para el mayor número de personas. Los defensores de esta interpretación del utilitarismo argumentan que ésta propone una fórmula ética más eficaz, pues hay más posibilidades de crear daños que de crear bienestar, y los daños mayores conllevan suicidio a los más grandes bienes. Es lo contrario del utilitarismo positivo. Defienden la produccion del mínimo malestar para el máximo número de personas. Uno de los representantes del utilitarismo negativo es David Pearce, vegano y transhumanista.

Utilitarismo preferencialista

Si el utilitarismo clásico tiene en cuenta el placer y el dolor, el utilitarismo preferencialista tiene en cuenta las preferencias o intereses de los individuos. Un destacado representante del utilitarismo de la preferencia es Peter Singer, conocido en el mundo animalista por su libro Liberación animal (1975). De acuerdo con esta variante[4]:

«una acción contraria a la preferencia de cualquier ser es incorrecta, salvo que esa preferencia sea superada por preferencias contrarias con mayor peso. Matar a una persona que prefiere seguir viviendo es así erróneo, permaneciendo estables todos los demás factores. A diferencia del utilitarismo clásico, el utilitarismo de la preferencia hace del asesinato un mal directo hecho a la persona matada puesto que es un acto contrario a sus preferencias. El hecho de que la víctima no siga ahí par alamentar que sus preferencias han sido arruinadas es irrelevante.» Peter Singer, «Animals and the Value of Life»

Etica Situacional

Otra tipo de utilitarismo es la teoría de la ética situacional, fundada en 1966 por Joseph Fletcher (1905–1991) con su libro Situation Ethics: The New Morality. Fletcher reconoce que la ética de la situación es, en esencia, utilitarismo, pero modifica el principio del placer y lo llama el principio del agape (amor). Según Fletcher, la ley del amor exige el mayor amor para el mayor número de personas a largo plazo.

Fletcher desarrolló su sistema ético como una alternativa para dos extremos: el legalismo y el aninomianismo (viene de la palabra griega “anti” que significa “contra” y “nomos”, “ley). El fundamento de la ética de la situación es lo que Fletcher llama la ley del amor. El amor reemplaza a la ley. Fletcher dice: «Seguimos la ley, si es que lo hacemos, por amor».

La ética de la situación acepta el punto de vista de que el fin justifica los medios. Sólo los fines pueden justificar los medios; los medios no pueden justificarse a sí mismos. Fletcher cree que «ninguna acción aparte de las consecuencias previsibles tiene significado ético alguno». Según su sistema ético, tenemos que conocer los resultados a fin de hacer una elección moral. De hecho, debemos estar relativamente seguros de las consecuencias, porque si no nuestra acción sería, por definición, inmoral.

CRÍTICAS AL UTILITARISMO

Crítica al concepto de «sintiencia» que da el utilitarismo

La definición de «sintiencia» está profundamente influenciada por el utilitarismo de Jeremy Bentham, el cual pensaba en el siglo XVIII que a los animales no-humanos sólo les importaba evitar el sufrimiento. Pero la sintiencia no es sólo la capacidad de sufrir y disfrutar. El profesor Gary Francione escribió un artículo muy acertado sobre esta cuestión titulado «El error de Bentham (y de Singer)». La capacidad de sentir no sólo permite experimentar sensaciones (dolor y placer) sino también, en base a esas dos características, tener emociones y sentimientos, e implica tener intereses (necesidades y deseos). Por ello, cuando se habla de «la capacidad de sufrir y disfrutar», se hace en un sentido amplio, es decir, se refiere a la capacidad de sentir.

Debate acerca del placer, bienestar y la felicidad

Existe un debate acerca de si podemos ser felices o no, y sobre si debe primar la idea de felicidad o la idea de bienestar.

Crítica a la cuantificación de la felicidad

Algunos critican el utilitarismo diciendo que la felicidad no puede medirse, ni cuantificarse, ni objetivarse, ni compararse entre diversas personas, porque se trata de algo subjetivo y relativo. Los defensores del utilitarismo responden a esto afirmando que ante este problema se encuentra cualquiera que tenga que escoger entre dos estados alternativos que imponen serias cargas a las personas implicadas. Si la felicidad fuera inconmensurable, la muerte de cientos de personas no sería peor que la muerte de una.

Críticas sobre dar más importancia a los fines que a los medios

A veces se le acusa al utilitarismo de legitimar que «el fin justifica los medios», contestándole que los medios deben ser juzgados por alguna norma objetiva y consistente de moral, pues una acción específica no puede ser juzgada como buena simplemente porque puede conducir a una buena consecuencia.

Críticas sobre los derechos de las minorías y de los individuos

Se dice que el utilitarismo no puede proteger los derechos de las minorías, si la meta es el mayor bien para el mayor número. Las mayorías pueden aprovecharse de las minorías o de un individuo si esto resulta en una mayor felicidad. Por ejemplo, algunos filósofos utilitaristas como Peter Singer consideran moralmente correcta la experimentación, tanto con humanos como con animales no humanos, cuando dicha práctica suponga una mayor satisfacción de preferencias que vulneración de preferencias.

John Rawls (1921-2002), Amartya Sen y otros autores defienden la prioridad de las libertades y de los derechos de cada uno de los miembros de la sociedad sobre el bienestar social, de manera que el bienestar de un individuo no pueda anular la libertad y el derecho de otro para satisfacer la maximización del cálculo del interés social que propone el utilitarismo.

Críticas sobre la predicción de las consecuencias

Si la moral utilitarista está basada en los resultados, entonces tendríamos que ser omniscientes para predecir precisamente las consecuencias de cualquier acción. Como mucho, sólo podemos intentar adivinar el futuro, y a menudo estas estimaciones razonadas son erróneas.

Crítica sobre juzgar los resultados

Cuando ocurren resultados, todavía debemos preguntar si son resultados buenos o malos. El utilitarismo no brinda ningún fundamento objetivo y consistente para juzgar los resultados, porque los resultados son el mecanismo usado para juzgar la acción misma.

Crítica al utilitarismo de las reglas

Si el incumplimiento de una norma que prohíbe mentir tiene en un caso concreto las mejores consecuencias, ¿cómo puede un utilitarista sostener que a pesar de todo la norma ha de ser cumplida?

Crítica al utilitarismo situacional

Tal vez el mayor problema con la ética de la situación es que la ley del amor es demasiado general. Las personas tienen diferentes definiciones de lo que es el amor. Lo que algunos consideran que es un acto amoroso, otros podría considera una acción desprovista de amor.

Además, el contexto del amor varía de situación en situación, y ciertamente varía de cultura en cultura. Así que hasta es difícil derivar principios morales que puedan ser conocidos y aplicados universalmente. En otras palabras, es imposible decir que seguir la ley del amor es hacer tal y cual cosa en cada circunstancia. Las situaciones y las circunstancias cambian, así que la respuesta moral puede cambiar también.

La exhortación a hacer la cosa amorosa es aún menos específica que hacer lo que sea el mayor bien para el mayor número. Tiene prácticamente tanta fuerza moral como decir que hagamos «lo bueno» o «lo correcto». Sin una definición específica, no es más que una perogrullada moral.

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4 Comments

  1. Humberto Ventura 16 octubre, 2021
    • David Díaz 19 octubre, 2021
  2. Humberto Ventura 16 octubre, 2021
    • David Díaz 19 octubre, 2021

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