ARGUMENTO: “Comer carne aumentó la inteligencia, por lo tanto no comerla la disminuye”

RESUMEN: ¿Si alguien come carne se hace más inteligente? ¿si alguien no come carne se hace menos inteligente? ¿es éticamente correcto matar a alguien si ello aumenta la inteligencia? Éstas son algunas de las preguntas a las que aquí vamos a responder.

Comer carne no fue un factor determinante para el aumento de la inteligencia humana, puesto que animales de otras especies llevan millones de años comiendo carne y no han desarrollado una inteligencia similar. Por otra parte, si los humanos dejan de comer carne no reducen su inteligencia. La carencia de vitamina B12 afecta negativamente al cerebro. La vitamina B12, es producida por bacterias, y apenas está presente en la carne. Una alimentación sin productos de origen animal puede incorporar vitamina B12 mediante suplementos, los cuales son producidos por fermentación bacteriana.

Palabras clave: carne, inteligencia

 

La sequía y la falta de alimentos vegetales motivó que, a partir del Homo ergaster, por primera vez los alimentos de origen animal (insectos, reptiles, moluscos, pescado y mamíferos) constituyeron una parte importante de la dieta de los homínidos; y esta forma de alimentación, muy pobre en alimentos vegetales y muy rica en alimentos animales, persistió casi un millón y medio de años, hasta hace apenas diez mil años[2]. Nuevos estudios en la cueva de Gran Dolina (Atapuerca) hablan de un periodo de 100.000 años en el cual nuestros antepasados de hace 800.00 años estuvieron practicando de forma rutinaria un canibalismo gastronómico.[3]

Lo que hacían los antepasados humanos no debe ser la guía en la que basar el comportamiento humano hoy. Lo que ayer era válido hoy puede no serlo, y la Ética no es imitación, sino reflexión racional. Aunque descubriésemos que los antepasados humanos se hubieran hecho más inteligentes por matar y comer cerebros humanos ese comportamiento seguiría siendo éticamente incorrecto.

«Pregunta: Existen teorías que sostienen que en el desarrollo de la humanidad en algún momento fue necesario comer carne para lograr que el cerebro alcanzara un volumen mayor en menos tiempo.

Peter Singer: No está claro que esta teoría sea verdad, es una teoría plausible, aunque especulativa y discutible. Pero si aceptamos que es verdad, no creo que sea una objeción acerca de lo que deberíamos hacer hoy, porque eso es historia, prehistoria, es pasado. Nos hemos desarrollado hasta alcanzar un grado en el que nos podemos nutrir haciendo un buen uso de la agricultura. De ahí que aunque hubiera sido necesario comer carne en su momento, eso no nos justifica, en modo alguno para continuar con esa práctica.» [4]

El cociente de encefalización o EQ (del inglés Encephalization Quotient) es una estimación aproximada de la posible inteligencia de un organismo en función de la relación entre el tamaño de su cerebro y del resto del cuerpo. El cociente de encefalización o EQ se define como el cociente entre la masa del encéfalo y lo que se esperaría encontrar en un animal típico de las mismas dimensiones. Una medida de la relación cerebro/cuerpo más directa es la proporción cerebro-masa corporal, la cual solo considera el peso neto de los dos componentes sin ponderar el tamaño corporal. La fórmula para el peso esperado del encéfalo varía, pero generalmente es Ew(encefalo) = 0.12w(cuerpo) 2/3, aunque para algunas clases de animales, la potencia es 3/4 en lugar de 2/3. En términos generales, cuanto más grande es un organismo, mayor es el peso del encéfalo, lo cual resulta necesario para las tareas básicas de supervivencia, como la respiración, la termorregulación, los sentidos, las habilidades motoras, etc. El tamaño del encéfalo está en relación con el del cuerpo, un peso del encéfalo por encima del esperado podría indicar que esa masa extra está disponible para las tareas cognitivas más complejas. Este método, en comparación con el método de la simple medida de peso del encéfalo, pone al ser humano más cerca de la parte superior de la lista. Además, refleja la evolución de la corteza cerebral reciente, dado que diferentes animales tienen diferentes grados de plegamiento de la corteza cerebral, que aumentan la superficie de la corteza, lo que se correlaciona positivamente en los seres humanos con la inteligencia (Duncan y cols. 1995). El cociente de encefalización presenta el problema de que juzga la inteligencia sin comprobarla mediante algún tipo de prueba. La inteligencia o racionalidad es la capacidad de para resolver problemas de la manera más eficiente posible.

1. Algunas personas dicen que «el cerebro de los antepasados humanos aumentó porque comenzó a comer carne y grasas, y que ese aumento del cerebro permitió el aumento de su inteligencia».

La idea según la cual «comer carner aumentó el cerebro y por lo tanto también aumentó la inteligencia» apareció a finales de la década de 1980, pero sobre todo en la década de 1990. En abril de 1995 se publicó en la revista Current Anthropology el artículo «The expensive tissue hypothesis: the brain and the digestive system in human and primate evolution», en el que los científicos Leslie C. Aiello y Peter Wheeler (Aiello & Wheeler, 1995) afirman que los individuos con cerebros relativamente grandes tendrían la inteligencia mínima para ser los primeros en fabricar herramientas con las que romper las cañas de los huesos para poder acceder al tuétano, en donde se hallan los nutrientes más energéticos. De este modo, según los autores, una alimentación rica en grasa animal y en proteína animal permitiría un aumento progresivo del volumen cerebral, y con dicho incremento, un desarrollo progresivo de la inteligencia. En España esta tesis llegó al campo de la divulgación científica en 2002 de la mano de Juan Luis Arsuaga a través de su libro «Los aborígenes. La alimentación en la evolución humana».

A continuación se presentan las razones por las que comer carne no es la causa del aumentó de la racionalidad humana.

Ancestros, carne y su función evolutiva
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La hipótesis del aumento de la inteligencia por consumo de carne representa un razonamiento circular. Según esta hipótesis, el consumo de grandes cantidades de carne sería posible gracias al hecho de tener unos cerebros voluminosos que permitirían tener el mínimo de inteligencia para poder fabricar las herramientas que posibilitarían
descuartizar y descarnar los restos de grandes animales. Pero no hay que olvidar que el presupuesto básico de esta hipótesis es que los grandes cerebros se consiguen tras consumir carne. En definitiva: la conclusión de la hipótesis es, también, la premisa de la que se parte. Arsuaga ya se había dado cuenta de esto mismo al afirmar que este tema es como la pescadilla que se muerde la cola (Arsuaga y Martínez, 2006). [5]

Si comer carne aumentara la inteligencia entonces los carnívoros tendrían una inteligencia a niveles humanos. La teoría de que comer carne contribuyó de forma esencial a que fuéramos inteligentes no es unánimemente aceptada. Por ejemplo, el genetista Stephen Oppenheimer se pregunta por qué los carnívoros por antonomasia, como los leones o la hienas, no han desarrollado una inteligencia como la nuestra (Oppenheimer, 2004). Además, el hecho de que animales herbívoros como los elefantes sean más inteligentes que los leones rebate dicha idea. Oppenheimer observa que «para establecer una conexión directa entre dieta carnívora, empeoramiento del clima y crecimiento encefálico necesitaríamos hacer comparaciones con primates exclusivamente vegetarianos del mismo entorno y del mismo período». Como no tenemos cráneos fosilizados de primates no homínidos de menos de ocho millones de años de antigüedad, es fácil ver las dificultades a las que nos enfrentamos a la hora de establecer hipótesis en torno a los factores que desencadenaron el gran aumento del tamaño del cerebro. [5]

Quizás el volumen relativo del cerebro -o cociente de encefalización- sea el resultado de la socialización. El psicólogo Nicholas Humphrey realizó cientos de pruebas a macacos criados en cautividad. Humphrey estaba intrigado porque no lograba entender cómo eran capaces de realizar con éxito unas tareas tan complicadas como las que les proponía. Estos monos nunca habían tenido que buscar comida por sí solos ni defenderse de depredadores. Humphrey llegó a la conclusión de que lo que desencadena la inteligencia es el contexto social, ya que estos macacos sí vivían en grupos muy complejos. Estas conjeturas le llevaron a formular la «hipótesis de la inteligencia social». Dicha propuesta desarrolla la idea de que la inteligencia superior de algunos primates fue estimulada por la compleja red de relaciones en la que nos desenvolvemos. El psicólogo Geoffrey Miller, también sostiene que el motivo que nos hizo más inteligentes fue la necesidad de interactuar con el resto de los humanos, de expresarnos y de intuir lo que piensan los demás, y que nada tuvo que ver el tipo de alimentación. El biólogo evolucionista Robert Dunbar, de la Universidad de Oxford, ha probado que en los mamíferos, existe una correlación entre el volumen relativo del cerebro -o cociente de encefalización- y el tamaño del grupo en el que vive esa especie. Dunbar recuerda que no es exclusivamente un asunto de dimensiones, sino también de conexiones cerebrales, ya que éstas se incrementan con la calidad y la cantidad de las relaciones que mantenemos. Pero tambien parece haber datos en contra[5], pues «el cerebro del aye aye tiene, con mucho, el mayor tamaño relativo encontrado entre los prosimios, con un valor próximo a la media de los primates no prosimios. Pero posee hábitos solitarios, de modo que la complejidad social no puede explicar su cerebro sobresaliente». (Martin, 2000)

Redes 93: Somos supersociales por naturaleza - relaciones sociales

Estudios insisten en la importancia de los carbohidratos en la evolución del cerebro humano. La razón es sencilla: la glucosa es uno de los principales combustibles del cerebro. En septiembre de 2015 se publicó en el Journal of Human Evolution un estudio titulado «Taphonomy of fossils from the hominin-bearing deposits at Dikika, Ethiopia» en el que según unos huesos encontrados en Etiopía los antepasados humanos comenzaron a comer carne de grandes animales mucho antes de lo que se pensaba y estuvieron haciendo esto durante 800.000 años sin que por ello hubiera evolucionado su diminuto cerebro. En las mismas fechas, la Universidad de Chicago publicó un estudio titulado «The Importance of Dietary Carbohydrate in Human Evolution» en el que se dan razones de la importancia de los alimentos ricos en carbohidratos (como los tubérculos) en la evolución del cerebro humano. Según el estudio, el desarrollo de la capacidad humana para obtener azúcares de los carbohidratos –y en particular de los almidones– fue lo que sostuvo el acelerado crecimiento del cerebro «que empezó a notarse a partir del pleistoceno medio» y «La capacidad para aprovechar raíces y tubérculos ricos en almidón en la dieta de los primeros homínidos es considerada un paso potencialmente crucial en la diferenciación de los primeros Australopitecinos de otros homínidos». (Fuente: bbc.com)

El uso de tecnología de procesado de alimentos pudo haber aumentado el tamaño del cerebro. El 9 de marzo de 2016 se publicó en la revista Nature un artículo titulado «Impact of meat and Lower Palaeolithic food processing techniques on chewing in humans» («Impacto de la carne y las técnicas de procesamiento de alimentos del Paleolítico Inferior en la masticación de los humanos»). Los participantes para realizar el estudio masticaron carne cruda, y tubérculos como el ñames, zanahorias y remolachas, y se tomaron datos sobre la masticación sin procesarlos y estando procesados. Según dicho estudio, el cerebro se expandió porque se redujo la mandíbula debido a que la comida procesada necesita un menor número de ciclos de masticación. [A partir de dicho estudio se inventó una noticia falsa]

No todos los científicos están de acuerdo en que el cerebro humano no haya hecho otra cosa más que crecer en los últimos dos millones y medio de años. Robert D. Martin afirma que[5]: «cada vez hay más pruebas de que el cerebro de los componentes de nuestra propia especie Homo sapiens era antes mayor que ahora», concluyendo que «los cambios de mayor trascendencia para la sociedad humana han ido acompañados de un descenso progresivo de nuestro tamaño cerebral» (Martin, 2000). Los neandertales que convivieron con los primeros homo sapiens poseían un cerebro mayor que estos pero no sobrevivieron. El cerebro humano se ha empequeñecido desde hace 30.000 años, un fenómeno intrigante para los antropólogos, que en su mayoría ven en ello un efecto de la evolución hacia sociedades más complejas. En ese período, el volumen medio del cerebro del hombre moderno, el homo sapiens, disminuyó alrededor de un 10%, de 1.500 a 1.359 centímetros cúbicos, el equivalente de una pelota de tenis. El cerebro de las mujeres, más pequeño que el de los hombres, conoció proporcionalmente la misma disminución. Estas mediciones fueron establecidas a partir de cráneos hallados en Europa, Oriente Medio y Asia, cuenta el antropólogo John Hawks, de la Universidad de Michigan (EEUU). Los científicos han asegurado en 2011 que la reducción del tamaño del cerebro no significa que los hombres modernos tengan menos capacidades intelectuales que sus ancestros, sino que han desarrollado formas de inteligencia más sofisticada producto de la civilización.[6]

Si el cerebro siempre ha estado creciendo entonces el consumo de carne no ha sido decisivo. Si el patrón de evolución del tamaño del cerebro homínido es constante y no interrumpida, y si la carnicería y el consumo de carne han sido parte del comportamiento de los homínidos desde los días de los Australopithecus, entonces la probabilidad de que el consumo de carne de caza desencadenó un aumento repentino de la capacidad craneal desciende considerablemente.[7]

Algunas personas dicen que el aumento de la inteligencia en humanos se debió a sus manos. Según Irving-Hallowell, en su artículo «Hominid evolution, cultural adaptation and mental dysfunctioning» (1965), no fué el consumo de carne, sino la interacción entre la mano y el cerebro el determinante en la evolución humana y su desarrollo mental.[8]

2. Algunas personas, basándose en la idea de que comer carne aumentó la inteligencia humana, dicen que «si los humanos no comen carne se vuelven menos inteligentes».

Ser vegano no reduce la inteligenciaTal idea no está basada en ningún estudio científico ni en evidencia empírica, sino en artículos que se inventan dicha idea. Por ejemplo, el artículo «Los vegetarianos tienen 6 veces más posibilidades de padecer atrofia cerebral» (artículo retirado) haciendo referencia al artículo «Eating veggies shrinks the brain» (retirado también) afirmaba que un estudio de la Universidad de Oxford concluyó que la alimentación vegetariana reduce el tamaño del cerebro, pero dichos artículos manipulan la conclusión del artículo original de la Universidad de Oxford titulado «Vitamin B12 may protect the brain in old age» («La vitamina B12 protege al cerebro en la edad anciana»). En dicho artículo original se concluye que una deficiencia en vitamina B12 reduce el cerebro, pero en ningún momento habla de alimentación vegetariana. Los artículos manipuladores asumen erróneamente que los vegetarianos no incluyen vitamina B12 en su alimentación y que, por lo tanto, una alimentación vegetariana reduce el cerebro, y se quedan tan panchos.

Sin emmbargo, parece ser que el perfil más frecuente en las personas que se hacen vegetarianas es el personas con estudios y/o un coeficiente intelectual más alto que la media:

– En diciembre de 2006, el British Medical Journal publicó el estudio «IQ in childhood and vegetarianism in adulthood: 1970 British cohort study» («IQ en la infancia y vegetarianismo en la edad adulta: estudio de cohorte británico de 1970») realizado por un equipo de la Universidad de Southampton sobre una muestra de 8179 individuos. El estudio concluyó que los niños más inteligentes son más propensos a convertirse de mayores en vegetarianos. Adultos vegetarianos registraron 5 puntos más de coeficiente intelectual que los no vegetarianos. La investigadora jefe del estudio, Catherine R. Gale, recalcó que:

«El hallazgo de que los niños con mayor inteligencia es más probable que se conviertan en vegetarianos cuando son adultos, junto a la evidencia de los potenciales beneficios de una dieta vegetariana sobre la salud cardíaca, puede ayudar a explicar porqué el CI más alto de los niños y adolescentes se relaciona con la reducción de los riesgos de enfermedades cardíacas en la vida adulta.» —Catherine R. Gale, investigadora jefe del estudio «IQ in childhood and vegetarianism in adulthood: 1970 British cohort study», 2006

Bibliografía

Carolina Martinez Pulido. «La senda mutilada». Ed. Siglo XXI. Colección Biblioteca Nueva. Minerva. Pag. 45-53.

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5 Comments

  1. Ruth 8 abril, 2020
    • David Díaz 8 abril, 2020
  2. Patricia Knabe 25 enero, 2020
    • David Díaz 25 enero, 2020
  3. David Díaz 17 septiembre, 2019

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