RESUMEN: ¿Qué diferencia hay entre un objeto y un sujeto? ¿Cuál es la diferencia entre el valor intrínseco y el valor instrumental? Cuando hablamos de sujetos, ¿todas las vidas valen lo mismo o unas vidas valen más que otras? ¿Cuál es la diferencia entre una valoración subjetiva y una valoración objetiva? ¿Qué es el eticismo? ¿Qué es el futurismo? ¿Qué es el disfrutacionismo? ¿Qué es el gradualismo? Éstas son las principales preguntas a las que aquí se debe responder.
Valor y respeto son conceptos que están relacionados, pero no son lo mismo. Aunque todos los sujetos, humanos y no humanos, deben ser respetados, el valor de la vida de cada uno de ellos es diferente cuando usamos un criterio éticamente relevante y objetivo. El criterio éticamente relevante y objetivo no puede ser otro que el eticismo: «las consecuencias estimadas que la existencia de dicho sujeto tiene para el avance hacia un mundo ético». Y un mundo ético es aquel en el que se cumple la Regla de Oro de la Ética: «a priori, los intereses no deben ser frustrados». Por lo tanto, no todas las muertes y no todos los asesinatos son igual de graves, depende de las consecuencias que dicha muerte tiene para el avance hacia un mundo ético.
Palabras clave: axiología, eticismo, valor, valor de la vida
Valor intrínseco y valor instrumental
«La conciencia del valor es tan general y primitiva como la conciencia de los objetos. Difícil es que ante cosa alguna nos limitemos a aprehender su constitución real, sus cualidades entitativas, sus causas, sus efectos. Junto a todo esto, junto a lo que una cosa es o no es, fue o puede ser, hallamos en ella un raro, sutil carácter en vista del cual nos parece valioso o desprecioable.» —José Ortega y Gasset
1. Algunas personas no conocen la diferencia entre el valor intrínseco y el valor instrumental.
La axiología es la rama de la Filosofía que se encarga de estudiar científicamente el valor (lo bueno y su mejor reparto); la mayoría de las teorías éticas descansan en una teoría del valor.
La Realidad está compuesta por objetos, también llamados «seres». Primeramente sólo había seres inertes, pero después las leyes de la evolución produjeron objetos vivos (seres vivos). Algunos seres vivos desarrollaron un cerebro del que emergió una conciencia o sujeto (subjetividad).
Los sujetos tienen intereses y por tanto se valoran a sí mismos, por eso decimos que los sujetos tienen un valor intrínseco (a veces también llamado «valor inherente»). Un sujeto es alguien, no algo.
En cambio, los meros objetos, al no tener itereses, no se valoran a sí mismos y por eso su valor es instrumental: son los sujetos los que valoran a los objetos. Un objeto es algo, no alguien. Por ejemplo, los seres inertes y los seres vivos que no tienen un cerebro no son sujetos, sino objetos, su valor es instrumental.
Valor subjetivo y valor objetivo
2. Algunas personas no conocen la diferencia entre la valoración subjetiva y la valoración objetiva.
Hacemos diferentes valoraciones subjetivas de la vida de otros sujetos cuando usamos como criterio de valoración la simpatía, la admiración o el amor que les tenemos. Es un hecho que subjetivamente se puede valorar más la vida propia que la vida de otras personas. También es un hecho que subjetivamente valoramos más la vida de quien mantiene con nosotros una relación de afecto, o la vida de alguien a quien admiramos, que la vida de un desconocido. Sin embargo, dichos criterios no son científicos, sino diferentes opiniones que todos tenemos. La tiranía subjetiva no ve más allá de estas valoraciones subjetivas, pues como quiere estar por encima de la Realidad, rechaza todo lo que sea objetivo.[1]
En cambio, cuando se analiza científicamente un hecho se busca la objetividad, es decir, se usan criterios objetivos-públicos, dejando a un lado criterios subjetivos-privados como la simpatía, la admiración, el amor, y los gustos. Por ejemplo, usamos un criterio objetivo-público (científico) en la legislación cuando la ley se aplica a todos por igual y entonces decimos que la ley es justa; en cambio, se usa un criterio subjetivo-privado (no científico) cuando los responsables de administrar la justicia aplican la ley más suavemente o no se la aplican a quienes subjetivamente valoran más.
Por lo tanto, si vamos a valorar objetivamente algo o a alguien entonces la primera pregunta que debemos hacernos es: ¿valorar usando qué criterio? Si usamos como criterio la velocidad entonces podríamos valorar objetivamente el valor de vidas: alguien es más veloz entonces su vida vale más, aunque no tengamos afecto hacia ese alguien. Sin embargo, el criterio «velocidad» intuimos que no es correcto para valorar la vida de sujetos. La pregunta que debemos hacernos es: ¿cuál es el criterio correcto para valorar objetivamente la vida de los sujetos?…
3. Algunas personas dicen que «valorar menos la vida de alguien (subjetivamente u objetivamente) implica no respetarle».
Estas personas suelen decir que «todas las vidas valen lo mismo», pero en otro artículo ya demostré que el valor y respeto son conceptos que están relacionados, pero que no son lo mismo. A priori, debemos respetar a los demás, independientemente de que valoremos a unos sujetos más que a otros.[2] El diferente valor de las vidas de los sujetos solo tiene importancia en situaciones extremas en las que se debe elegir a quienes salvar.
Valoración no comparativa (sin criterio)
4. Algunas personas dicen que «la vida de todos los sujetos tiene el mismo valor objetivo» o dicen que «todas las vidas tienen un valor inconmensurable», hacen una valoración no comparativa.
Según estas personas, el valor intrínseco de los sujetos no puede medirse ni subjetiva ni objetivamente, y dicen que «la vida de todos los sujetos vale lo mismo independientemente de la edad, comportamiento, fines, especie, etc». A dicha idea se la conoce como «valoración no comparativa» y es usada tanto por algunos veganos como por algunos no veganos. Por ejemplo, Thomas Regan, y otros como Luis Tovar en su blog Filosofía Vegana, dicen que «subjetivamente tienen el mismo valor la vida de tus seres queridos que la vida de desconocidos». Y también dicen que «objetivamente vale lo mismo la vida de un sujeto que lucha por un mundo ético que la vida de un sujeto que disfruta haciendo daño a los demás». Según la valoración no comparativa, la vida de Hitler es tan valiosa como la vida de un sujeto que se comporta de la manera más ética posible. La valoración no comparativa tiene relación con el rechazo al consecuencialismo, es decir, con rechazar nuestra responsabilidad en las omisiones a la hora de elegir aquello que tiene más valor.[3]
En su ensayo «Sobre el interés en vivir y el valor de la vida», Óscar Horta explica por qué es absurdo decir que «todas las vidas valen lo mismo», y pone el siguiente ejemplo: «si dos personas en un hospital necesitan un trasplante, y una es una persona joven de 15 años mientras que la otra tiene 98 y según el pronóstico médico morirá mañana de un cáncer avanzado, sería indiferente realizar el trasplante a una persona o a la otra».
Si bien es cierto que el valor de las vidas de los sujetos no se puede medir de manera exacta, es un hecho que subjetivamente valoramos más las vidas de unos que las vidas de otros. Además, también es un hecho que las vidas de los sujetos tienen un valor de acuerdo a un criterio objetivo, la cuestión es saber si existe un criterio objetivo que sea éticamente correcto o si por el contrario no existe tal criterio.
Las valoraciones comparativas sostienen que objetivamente las vidas de las personas no poseen el mismo valor o que el interés de vivir no es el mismo. Las valoraciones comparativas no son especistas si consideran a todas las personas por igual, independientemente de cuál sea su especie y de otras características éticamente irrelevantes. Es lo que vamos a analizar a continuación.
Criterio eticista
5. Algunas personas dicen que «no existe un criterio correcto para valorar objetivamente las vidas de los sujetos».
En otro artículo demostré que objetivamente tiene más valor la vida de n+1 sujetos aparentemente iguales que la vida de n sujetos.[4] Pero eso ocurría porque desconocíamos la identidad de dichos sujetos, y por tanto se asumía que la vida de cada uno de ellos tenía el mismo valor intrínseco.
Sin embargo, si entramos en más detalle, podemos usar un criterio objetivo para valorar más las vidas de unos que las vidas de otros. Usar un criterio objetivo para valorar las vidas no quiere decir que dicho criterio objetivo sea éticamente correcto. Por lo tanto, debemos preguntarnos si existe un criterio objetivo que sea éticamente correcto.
Como vimos, cuantos más sujetos mueren, se pierde más valor intrínseco. Por lo tanto, un sujeto que se dedica a asesinar a otros sujetos está restando valor al valor total. Eso quiere decir que la vida de un asesino vale objetivamente menos que la vida de un sujeto que no asesina. De esta manera vemos que no asesinar a los demás forma parte del criterio objetivo y éticamente correcto que estamos buscando. Sigamos.
También podemos imaginar un dilema del tranvía que no sea letal, en el que el dilema no sea el número de sujetos a los que elegimos salvar la vida, sino el número de sujetos que elegimos que no sean heridos (amputados por un tren, por ejemplo). En dicho caso, también llegamos a la conclusión de que debemos elegir la opción que ocasiona un menor número de heridos, pues no sufrir también es algo que los sujetos valoramos en nuestras vidas. Por lo tanto, un sujeto que se dedica a herir a otros sujetos está deteriorando las vidas y por lo tanto su valor. Eso quiere decir que la vida de un maltratador vale objetivamente menos que la vida de un sujeto que no maltrata.
«La vida de un animal no humano vale más que la vida del humano que le tortura.» —Ronny Lee
Llegamos a la conclusión de que el criterio correcto para valorar objetivamente la vida de un sujeto tiene que ver con lo que dicho sujeto hace a otros sujetos. Por lo tanto, el criterio correcto para valorar objetivamente las vidas de los sujetos no puede ser otro que «las consecuencias estimadas que la existencia de dicho sujeto tiene para el avance hacia un mundo ético», siendo un mundo ético es aquel en el que se cumple la Regla de Oro de la Ética: «a priori, los intereses no deben ser frustrados».[5] Llamo «eticismo» a este criterio de valoración de las vidas de los sujetos (criterio eticista). Por lo tanto, no todas las vidas valen lo mismo.
Ahora podemos investigar cómo podemos aplicar el criterio eticista de manera correcta. El eticismo tiene en cuenta los siguientes factores a la hora de calcular el valor de la vida de un sujeto:
- Las consecuencias de su existencia: acciones éticamente correctas y acciones éticamente incorrectas que dicho sujeto realiza. Por ejemplo, si un sujeto asesina a otros sujetos entonces su existencia elimina valores intrínsecos, es decir, resta valor al total, por lo tanto su vida vale menos que la vida de quien no asesina y ayuda a otros.
- Los objetivos o fines que dicho sujeto tiene: un mundo ético (Ética), beneficiarse haciendo el mal, o no comprende la Ética.
- Si dicho sujeto puede ser éticamente corregido o no.
Según el eticismo, el sujeto más valioso es aquel que se comporta de manera éticamente correcta haciendo el mayor bien posible y que tiene como objetivo lograr un mundo ético. En cambio, el sujeto menos valioso es aquel que, aún teniendo capacidad para comprender la Ética, se comporta de manera éticamente incorrecta y tiene como objetivo hacer el mayor mal posible. Por lo tanto, los humanos psicópatas que hacen daño a los demás son los sujetos cuyas vidas tienen el menor valor.
A continuación voy a responder al erróneo uso de otros criterios objetivos distintos al eticismo.
Criterio futuracionista
6. Algunas personas valoran las vidas de los sujetos mediante el interés en seguir viviendo y relacionan éste interés con la conexión psicológica con su futuro.
Por ejemplo, según Jeff McMahan el interés en seguir viviendo no es lo mismo que el valor de la vida. McMahan sostiene que el interés en seguir viviendo de una persona es el resultado del producto de dos cosas: (a) el valor que van a tener las experiencias que vivirá en el futuro y (b) la conexión psicológica que tiene con ellas. Esto es lo que lleva a McMahan a concluir que los seres humanos adultos tienen un interés en seguir viviendo mayor que el de un recién nacido o un feto a punto de nacer, pues asume que los adultos tienen una mayor conexión psicológica con su futuro. Llamaré «futuracionismo» a este criterio de valoración de las vidas de los sujetos.
En marzo de 2010, se publicó el ensayo de Óscar Horta titulado «Interés en vivir y complejidad psicológica: un criterio transespecífico», en el cual responde a Jeff McMahan; que en su artículo «Sobre el interés en vivir y el valor de la vida (II)» resume su respuesta así: «Cuando alguien tiene una mayor complejidad psicológica, tiene también una mayor posibilidad de que sus contenidos psicológicos (esto es, sus recuerdos, valores, personalidad, etc.) varíen. Ello hace que aunque en ese caso habrá más contenidos psicológicos conectados en el futuro, lo estarán probablemente en menor porcentaje que en el caso de alguien con una mente más simple. De este modo podría, suceder que quienes tengan una complejidad psicológica menor puedan tener una mayor conexión psicológica con su futuro en términos porcentuales. (Esto al margen de que la complejidad psicológica de toda una serie de humanos —y en particular de los bebés— sea menor que la de muchos animales adultos)».
Criterio disfrutacionista
7. Algunas personas dicen que «debemos valorar objetivamente la vida de los sujetos según la capacidad que tengan para disfrutar».
Por ejemplo, Óscar Horta en los apartados 8 y 9 de su artículo «Igualitarismo, igualación a la baja, antropocentrismo y valor de la vida», considera que el criterio correcto para valorar objetivamente la vida de los sujetos es «su capacidad para disfrutar de su vida», y para ello tiene en cuenta tanto las capacidades cognitivas del sujeto (enfoque sincrónico), como el tiempo estimado que le queda de vida (enfoque diacrónico). Podemos llamar «disfrutacionismo» a este criterio valorativo.
Algunos veganos parece que defienden lo mismo que el disfrutacionismo, pero lo llaman «gradualismo» y dicen lo siguiente: «a mayor capacidad de sentir, más capacidad de gozar y de sufrir, por lo que si un insecto tiene menos capacidad de sintiencia que una vaca, sería peor golpear a una vaca que a un insecto».
El error que presenta el criterio disfrutacionista, así como el gradualismo, es que no tiene en cuenta que un sujeto puede disfrutar de su vida a costa de impedir que disfruten otros de las suyas, lo cual restaría valor total al mundo y por lo tanto haría menos valiosa la vida de dicho sujeto que la vida de un sujeto que puede disfrutar menos o que tiene una menor capacidad para sentir. Esto ocurre porque priorizan al individuo sobre las consecuencias que dicha valoración tiene para el avance de la Ética. En cambio, el criterio eticista sí que tiene en cuenta el mal que hacen los sujetos. Podemos usar el criterio disfrutacionista de manera secundaria, de manera que complemente al criterio eticista en algunos casos de empate de valor.
Bibliografía
– Horta, Óscar. «Sobre el interés en vivir y el valor de la vida», octubre 2013.
– Horta, Óscar. «Igualitarismo, igualación a la baja, antropocentrismo y valor de la vida», 2011.
– Gruen, Lori. «Los animales», cap.30, en «Compendio de Ética», 1995.