RESUMEN: ¿Qué es el biocentrismo? ¿se debe respetar a todos los seres vivos? Éstas son algunas de las preguntas a las que aquí voy a responder.
Quienes somos sensocentristas defendemos a todos los seres con capacidad para sufrir y disfrutar, es decir, a seres que tienen experiencias e intereses respecto a ellas. Si un ser tiene intereses entonces tiene valor intrínseco, pues se valora a sí mismo.
Tanto el biocentrismo débil, como el biocentrismo duro, dan valor intrínseco a seres que carecen de intereses. El biocentrismo débil dá un valor intrínseco menor a la vida no sintiente, pero el biocentrismo duro cosifica las vidas de los seres sintientes, pues los intereses reales le son éticamente transparentes. La realidad es que los seres vivos que no sienten, como las plantas, los hongos, bacterias, etc. carecen de intereses, por lo tanto no se perjudica a nadie si son dañadas. Los biocentristas dan un peculiar significado a las palabras «respetar» e «intereses», los cuales vienen dados por un planteamiento teleológico rebatido en otro artículo.
Palabras clave: biocentrismo, homeostasis, respeto, ser vivo, vida
1. Algunas personas dicen que «los veganos no son coherentes porque ‘las plantas también son seres vivos’». Según estas personas, la práctica del veganismo consiste en respetar a los seres vivos y por lo tanto los veganos no deberían comer plantas para ser coherentes. Estas personas están muy desinformadas, pues
el veganismo no consiste en respetar a los seres vivos, sino en respetar a los seres sintientes[1], pues el deber ético se origina en los intereses de alguien (seres con una conciencia).[2] Por lo tanto no es incoherente que un vegano mate a seres vivos que no son sintientes. Por ejemplo, las plantas son seres vivos no sintientes porque no tienen una conciencia[3], por lo tanto es coherente con el veganismo matarlas. Otros seres vivos no sintientes son los hongos, bacterias, etc. En cambio no es una práctica vegana hacer sufrir y matar otros seres sintientes (humanos, vacas, perros, gallinas, cerdos, gatos, atunes, etc.)[4]
2. Algunas personas que reconocen que el veganismo consiste en respetar a los seres sintientes dicen que «el deber ético se origina en la vida o en los seres vivos, independientemente de que sientan o de que no sientan». En los años 1970 apareció la idea de que «todos los seres vivos deben ser respetados», la cual se llama «biocentrismo» (del griego βιος, bios, «vida»; y κέντρον, kentron, «centro») y a quienes la defienden se les llama «biocentristas». Hay dos tipos de biocentrismo: el biocentrismo débil y el biocentrismo fuerte o duro. El biocentrismo débil da diferente valor a las vidas de los seres vivos, por ejemplo, considera que es más grave la muerte de un ser humano que la muerte de una bacteria. El biocentrismo fuerte o duro da el mismo valor a las vidas de todos los seres vivos, por ejemplo, considera que es igual de grave la muerte de un ser humano que la muerte de una bacteria. Sin embargo, las plantas, las algas, los hongos y las bacterias, no tienen intereses, por lo tanto no pueden valorar «su propia» vida (no tienen valor intrínseco). La vida no sintiente tiene un valor instrumental que le es dado por seres sintientes en forma de valor alimenticio, valor como refugio, valor estético, valor recreativo, valor científico, etc. El biocentrismo se rebate por el hecho de que el deber ético se origina en los intereses de alguien (de una conciencia)[2], no de la vida ni de los seres vivos. Del hecho de que un ser sea vida o que sea un ser vivo no se puede inferir lógicamente ningún deber ético.
▼▲ Mostrar/Ocultar Descripción de los dos tipos de biocentrismo
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Biocentrismo débil. Según el biocentrismo débil, todos los seres vivos tienen un valor intrínseco, pero que no todos merecen la misma relevancia ética porque las capacidades de cada ser vivo son muy diferentes y, por lo tanto, debemos dar diferente valor a los seres vivos, es decir, debemos distribuir el valor de la vida con diferencias de grado. Según este tipo de biocentrismo, los seres vivos no sintientes tendrían menor valor intrínseco que los seres vivos sintientes. Un representante del biocentrismo débil es Kenneth E. Goodpaster, del Colegio de Negocios del Opus Dei, en la Universidad St. Thomas. Goodpaster reaccionó en contra de la postulación de la sensibilidad como criterio de demarcación a la hora de dar valor intrínseco a un ser, es decir, contra el sensocentrismo. Según Goodpaster, la sensibilidad (entendida como subjetividad) sólo es un medio para alcanzar el fin superior que atañe a todos los seres vivos: la supervivencia. Según Goodpaster, y apoyándose en Aristóteles, todo ser vivo posee como característica el «interés» por alcanzar una meta: su
telos vital (desarrollarse, reproducirse, etc.) y que le puede ser negado por otros organismos, lo cual, según el biocentrismo, es éticamente incorrecto. Es decir, Goodpaster usa el argumento de apelación a la naturaleza para las acciones[10]. Según Goodpaster, todos los seres vivos merecen consideración ética, pero éticamente no todos son de igual importancia. Por lo tanto deja abierta la cuestión de cuánto peso se debe dar a los «intereses» de una planta cuando entran en conflicto con los intereses de un ser sintiente. Otro biocentrista débil es Robin Attfield, quien explica el biocentrismo débil así
[3]:
«Del hecho de que las plantas posean relevancia moral no se sigue que la actitud que haya de ser adoptada hacia ellas y las criaturas vivas sea la de “reverencia hacia la vida” tal y como fue defendida por Albert Schweitzer. Pues puede existir la necesidad, preponderante casi siempre, de tratar y valorar a las plantas, y quizás a algunas otras criaturas, como recursos, por muy valorable que sea su propia vida.»
Goodpaster reconoce las dificultades prácticas que presenta el biocentrismo:
«The clearest and most decisive refutation of the principle of respect for life is that one cannot live according to it, nor is there any indication in nature that we were intended to. We must eat, experiment to gain knowledge, protect ourselves from predation… To take seriously the criterion being defended, all these things must be seen as somehow morally wrong.» Kenneth E. Goodpaster, p. 310
Traducción: «La refutación más clara y más decisiva del principio de respeto a la vida es que no se puede vivir de acuerdo a ello, ni hay ninguna indicación en la naturaleza para que nosotros podamos intentarlo. Tenemos que comer, experimentar para adquirir conocimiento, protegernos de los depredadores… Para tomar en serio el criterio que se defendió, todas estas cosas deberían ser vistas como algo moralmente incorrecto.» Kenneth E. Goodpaster, p. 310
Por lo tanto los biocentristas deben elegir entre suicidarse o ser consecuencialistas, considerando que seguir viviendo y promover un mundo biocentrista tendrá unas consecuencias menos malas que el suicidio. Los biocentristas consecuencialistas deberían promover una manera de vivir que rechace el consumo de productos y servicios de origen vivo. Por ejemplo, deberían promover la recogida de nutrientes directamente del suelo y la elaboración sintética de nutrientes, deberían rechazar el consumo de madera y de papel, no pisar la hierba, etc. Por ello, Goodpaster sugiere que al menos podemos respetar los «intereses» de otros seres vivos, cuando no entren en conflicto con «los nuestros». Según Goddpaster, sólo se requiere que «usemos y matemos a los seres vivos con consideración y sensibilidad». El biocentrismo duro iguala el valor de la vida de todos los seres vivos, por lo que hace éticamente irrelevante la capacidad para sentir: cosifica a los seres sintientes (humanos incluidos) para poder sobrevivir.
– Biocentrismo duro. Según el biocentrismo duro, todos los seres vivos tienen el mismo valor intrínseco, independientemente de que sean sintientes o no, es decir, distribuye el valor intrínseco de la vida de manera uniforme. Un representante del biocentrismo duro es Paul Warren Taylor (1923-2015), un filósofo estadounidense que fue profesor emérito de Filosofía en el Brooklyn College de Nueva York, y autor del libro «Respect for Nature: A Theory of Environmental Ethics» (Princeton University Press, 1986). En dicho libro, Taylor adopta una perspectiva semejante a la de Goodpaster en cuanto al deber de respetar el «telos» vital[10], pues dice que cada ser vivo «busca su propio bien de su propia manera exclusiva», pero sosteniendo que todos los seres vivos tienen el mismo valor intrínseco. Taylor basa su postura biocentrista en cuatro pilares:
1. Los humanos son miembros de la comunidad viva de la Tierra, en iguales términos que los otros seres vivos.
2. Los ecosistemas naturales de la Tierra son una compleja red de elementos interconectados e interdependientes.
3. Cada organismo individual es concebido como un centro teleológico de vida, que persigue su propio bien de acuerdo a sus parámetros de vida.
4. Los humanos no son superiores a ninguna otra forma de vida.
Aunque Taylor se contradice, pues excluye del respeto ético a la que llama «naturaleza domesticada», lo que él denomina «biocultura», con la finalidad de intentar justificar éticamente la agricultura y la ganadería.
3. Algunas personas que reconocen que el veganismo consiste en respetar a los seres sintientes dicen que «el deber ético se origina en la finalidad de vivir que tienen los seres vivos, según su ‘naturaleza’». Es habitual que los biocentristas hablen de manera metafórica para luego plantear sus argumentos como si dicha metáfora fuera cierta. Por ejemplo, cuando un supuesto biocentrista dice que «las plantas ‘buscan’ agua y luz para sobrevivir», esto facilita que se piense que estamos aceptando que las plantas tienen el «interés de seguir viviendo», pero como hemos asumido que las plantas no tienen una conciencia, no sienten[3], es decir, que no tienen intereses, entonces todo este lenguaje es metafórico. Usando metáforas también se podría decir que un río «busca» conseguir «su propio bien» y que el río «lucha» para llegar al mar, o también podríamos decir que el misil «quiere» explotar en su objetivo, pero todo esto nos lleva al engaño. Este planteamiento que habla de «finalidades de los seres vivos según su ‘naturaleza’» se llama teleología[5] y también hace uso de la falacia lógica (paso ilegítimo del ES al DEBER SER).[2] Del hecho de que exista un proceso biológico no se puede inferir lógicamente ningún deber ético. Por ejemplo, del hecho de que «el proceso de envejecimiento existe» no se puede inferir lógicamente «el deber de respetar el envejecimiento».
4. Lo que ocurre con la mayoría de quienes dicen ser «biocentristas» es que suelen ser antropocentristas. La mayoría de los supuestos biocentristas suelen defender ideas del ecocentrismo[5], pues comienzan a hablar de una supuesta «armonía» o «equilibrio natural»[6] mediante lo cual pretenden justificar éticamente que unos seres vivos maten a otros, lo cual contradice la idea esencial del biocentrismo. Sin embargo, si a estos supuestos biocentristas se les pregunta más se descubre que la inmensa mayoría de ellos son antropocentristas[7] porque ponen en un lugar privilegiado a los seres humanos, no promueven matar al menor número de seres vivos y tampoco promueven matar a aquellos seres vivos cuya vida tenga menos valor. Un biocentrista coherente seguiría una alimentación vega de tipo frugívoro y la recogida de nutrientes directamente del suelo, pues así se mata a plantas y a un menor número de seres vivos[8] y promovería la creación de sustancias orgánicas a partir de sustancias inorgánicas gracias a la síntesis de Wöhler. En otras ocasiones, los supuestos biocentristas parecen derivar hacia ideas primitivistas de rechazo a la tecnología y en defensa de la caza.[9]
«Hay quien justifica el comer animales afirmando que las plantas también pueden sentir dolor. Sin embargo, no existe una evidencia biológica que indique que puedan hacerlo. Además, el dolor no tendría ninguna finalidad en una planta, puesto que no tienen la capacidad de escapar de las amenazas. No obstante, para los que sientan esta preocupación hacia cualquier tipo de ser vivo, una dieta vegetariana requiere menor cantidad de plantas, porque la cría de animales requiere primero alimentarlos a base de plantas antes de matarlos. Y por último, gran parte de la dieta vegetariana está formada por alimentos que no requieren matar a la planta: frutas, semillas y frutos secos, además de legumbres y cereales que se cosechan cuando la planta se ha secado.» Vegan Outreach
NOTAS Y REFERENCIAS
(1) RespuestasVeganas.Org: en biosocialismo.blogspot.com puede observarse un ejemplo de como el ecocentrismo, mezclado con un poco de biocentrismo y animalismo especista, casa muy bien con ideas del nacionalsocialismo. Puede apreciarse como se dá preferencia a la Naturaleza (ente abstracto que engloba a la vida y que inspira al romanticismo nazi, sistema que funciona mediante la ley de los más fuertes, etc.) sobre el valor del individuo sintiente. Puede apreciarse también como se habla de vegetarianismo (tipo de alimentación), pero no se menciona ni al veganismo ni al sensocentrismo (ética hacia individuos sintientes). Lo comentado también puede observarse en la página de ultraderecha PECTA. En el futuro, el ecologismo no vegano va a ser un nido para este tipo de ideologías discriminatorias que lo usarán como cebo, de hecho el nacionalsocialismo de la Alemania de Hitler usaba el ecologismo como parte de su propaganda ideológica pues encaja con ideas como la belleza y con la idea de superioridad de unos sobre otros. El sistema de la Naturaleza está basado en la ley de los más fuertes, algo que el ecocentrismo legitima. En cambio, un antiespecismo coherente nos lleva a los veganos a condenar la injusticia del sistema de la Naturaleza y a promover la intervención en lugar de la indiferencia.
[11] Velayos, Carmen. «La dimensión moral del ambiente natural: ¿Necesitamos una nueva ética?» Granada, 1996. pag. 35. Carmen Velayos es doctora en Filosofía y profesora ayudante de Filosofía Moral en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salamanca, España.
[12] Riechmann, J.: «Todos los animales somos hermanos. Ensayos sobre el lugar de los animales en las sociedades industrializadas.» Granada. 2003. pag. 601.
[15] es.globedia.com – El ADN del maíz es más complejo que el humano
NOTICIAS RELACIONADAS
– (30/07/2012) canalazul24.com – Bolivia se convierte en el primer país del mundo que da derechos legales a la naturaleza
MÁS INFORMACIÓN
– cima.org.es – Del valor intrínseco de la Naturaleza
– cuestionderespeto.com – De nuevo, las plantas
– ecosofia.org – La vida en el centro del mundo: el Biocentrismo Moral
– es.scribd.com – Ética Ecológica y Bioética: algunos apuntes
– find.galegroup.com – Environmental Ethics: I. Overview
– geocities.com/RainForest – Las plantas son seres vivos
– hettingern.people.cofc.edu – Jamieson, Ch. 6: The Value of Nature
– masalladelaespecie.wordpress.com – Por qué la capacidad de sufrir y disfrutar es lo importante
– scribd.com – Ética Ecológica y Bioética: algunos apuntes
– sensovegan.wordpress.com – Biocentrismo versus Sensocentrismo
– vampiroerudito.blogspot.com – Inherente, inmanente e intrínseco
– webislam.com – Gülen y Kant sobre el valor humano inherente y la dignidad moral
VÍDEOS
– youtube.com – Universal declaration of plants rigths
SITIOS RELACIONADOS
– 18deepecology.blogspot.com -> La deep ecology. La vuelta al salvajismo y el culto a la «Madre Tierra».
– frutarian.eu -> Ethical Fruitarian Archives.
BIBLIOGRAFIA
– Agar, N. (1997) “Biocentrism and the concept of life”, Ethics, 108, pp. 147-168.
– Agar, N. (2001) Life’s intrinsic value: Science, ethics, and nature, New York: Columbia University Press.
– DesJardins, J. R. (2013 [1993]) Environmental ethics: An introduction to environmental philosophy, 5th rev. ed., Boston: Wadsworth.
– Attfield, R. (1981) “The good of trees”, Journal of Value Inquiry, 15, pp. 35-54.
– Himma, K. E. (2004) “Moral biocentrism and the adaptive value of consciousness”, Southern Journal of Philosophy, 42, pp. 25-44.
– Goodpaster, K. E. (1978) “On being morally considerable”, Journal of Philosophy, 75, pp. 308-325.
– Taylor, P. (1983) “In defense of biocentrism”, Environmental Ethics, 5, pp. 237-243.
– Kwiatkowska, Teresa. Los caminos de la ética ambiental: una antología de textos contemporáneos, 1998.