La importancia del sufrimiento de los animales salvajes (Alan Dawrst)

(Volver a «Los humanos no debemos intervenir en la Naturaleza»)

Alan Dawrst es un filósofo utilitarista. A continuación publicamos uno de sus aertículos sobre la intervención en la Naturaleza para ayudar a los animales salvajes.

Resumen. El número de animales salvajes excede enormemente al de los animales en granjas industriales, en laboratorios o criados como animales de compañía. Por lo tanto, los defensores de los animales deberían considerar centrar sus esfuerzos en oponerse al enorme sufrimiento que ocurre en la naturaleza. Aunque en teoría esto podría incluir el hecho de intentar diseñar directamente sistemas ecológicos más humanitarios, pienso que en la práctica los activistas deben centrar sus esfuerzos en promover el meme de la preocupación por los animales salvajes a otros activistas, académicos y el público en general. En efecto, la cantidad masiva de sufrimiento que ocurre ahora en la naturaleza es trágica, pero palidece en comparación con la escala del bien y el daño que nuestros descendientes —con capacidad tecnológica avanzada— pueden llevar a cabo. Me preocupa, por ejemplo, que los humanos futuros pueden emprender la terraformación, la panspermia dirigida o crear infinitamente muchos nuevos universos sin pensar mucho en las consecuencias para los animales salvajes. Nuestra principal prioridad debe ser asegurar que la inteligencia humana futura sea usada para prevenir el sufrimiento de los animales salvajes, más que para multiplicarlo.

«La cantidad total de sufrimiento por año en el mundo natural sobrepasa cualquier reflexión decente. Durante el minuto que me lleva componer esta frase, miles de animales están siendo devorados vivos; otros están corriendo para salvar sus vidas, quejándose aterrorizados; otros están siendo devorados lentamente desde el interior por parásitos labradores; miles de criaturas de todas clases están muriendo de hambre, sed y enfermedad». Richard Dawkins, El río del Edén

«Muchos humanos observan la naturaleza desde una perspectiva estética, y piensan en términos de biodiversidad y salud de los ecosistemas, pero olvidan que los animales que habitan en esos ecosistemas son individuos y tienen sus propias necesidades. La enfermedad, la inanición, la depredación, el ostracismo y la frustración sexual son endémicos en los llamados ecosistemas saludables. El gran tabú en el movimiento por los derechos de los animales es que la mayoría de sufrimiento se debe a causas naturales». Albert, un perro ficticio en Golden (Nick Bostrom)

«La estricta verdad es que casi todas las cosas que un hombre hace contra otro y por las cuales es ahorcado o encarcelado, son acciones que la naturaleza realiza a diario. […] Las frases que atribuyen perfección al curso de la naturaleza sólo pueden ser tomadas como exageraciones debidas al sentimiento poético o devocional; nunca fueron destinadas a ser sometidas a un examen estricto. Ninguna persona, ni religiosa ni irreligiosa, cree que las dañinas actividades de la naturaleza, tomadas en conjunto, promuevan buenos fines, como no sea el de incitar a las criaturas racionales a sublevarse y a luchar contra ellas.» John Stuart Mill, La Naturaleza

Introducción

Los activistas por los animales centran sus esfuerzos por regla general en áreas donde los humanos interactúan directamente con miembros de otras especies, como las granjas industriales, los laboratorios de experimentación, y, en un grado mucho menor, los zoos, los circos, el rodeo y similares. El tema del sufrimiento animal en la naturaleza rara vez es discutido, ni siquiera en la literatura académica, aunque ha habido notables excepciones[4]. En este artículo pongo de relieve que el número de animales sobre los que los humanos tienen un impacto es sencillamente demasiado grande como para que los defensores de los animales lo ignoren. El sufrimiento intenso es una característica regular de la vida en la naturaleza que demanda, quizá no una intervención para un arreglo rápido, pero sí al menos una investigación a largo plazo sobre el bienestar de los animales salvajes y la tecnología que pueda un día permitir a los humanos mejorarlo. Concluyo animando a los defensores de los animales a centrar sus esfuerzos en promover entre otros activistas, académicos y el público en general la preocupación por el sufrimiento de los animales salvajes, tanto para fomentar la investigación sobre el tema como para asegurar que nuestros descendientes usen la tecnología avanzada para aliviar el sufrimiento de los animales salvajes, más que para multiplicarlo involuntariamente.

El número de animales salvajes

El nivel de sufrimiento animal a manos humanas es enorme, y los defensores de los animales están con razón consternados por su magnitud. Sin embargo, el número de animales que viven en la naturaleza es asombrosamente mayor. La siguiente tabla de población muy aproximada está copiada del artículo «How Many Wild Animals Are There?» de Alan Dawrst[5].

Tipo de animales Población mundial
Animales en laboratorios de investigación 10^8
Humanos 7 * 10^9
Ganado 2,4 * 10^10
Aves terrestres 10^10 (?)
Mamíferos terrestres 10^11 (?)
Reptiles terrestres de 10^11 a 10^12 (?)
Anfibios de 10^11 a 10^12 (?)
Peces [por completar]
Insectos de 10^18 a 10^19
Zooplancton comparable a los insectos

La agonía soportada por, por ejemplo, una rana que es devorada con vida por una serpiente es probablemente al menos tan grande como la experimentada por una gallina en una jaula de batería o por un pavo en una granja industrial, tan terrible como su trato a menudo lo es.

Cómo sufren los animales salvajes

Al igual que los que están en granjas, en laboratorios y son criados como animales de compañía, los animales en la naturaleza tienen ricas vidas emocionales[6]. Por desgracia, muchas de estas emociones son intensamente dolorosas, a menudo de forma también innecesaria. Y mientras la naturaleza de dientes y garras enrojecidos es por lo general conocida como una obviedad, su significado visceral puede ser pasado por alto a menudo. Más abajo examino algunos detalles del sufrimiento de los animales salvajes, quizá de una manera similar a la forma en que los defensores de los animales deprecian los actos de crueldad por los humanos.

Depredación

Cuando la gente imagina el sufrimiento en la naturaleza, quizá la primera imagen que viene a la mente es el de una leona cazando a su presa. Christopher McGowan, por ejemplo, describe vívidamente la muerte de una cebra:

«La leona hunde sus garras cimitarras en la grupa de la cebra. Rasgan de un lado a otro la dura piel y sujetan profundamente el músculo. El asustado animal suelta un fuerte bramido cuando su cuerpo golpea el suelo. Un instante después, la leona suelta las garras de las nalgas y hunde sus dientes en la garganta de la cebra, ahogando el sonido de terror. Sus colmillos son largos y afilados, pero un animal tan grande como una cebra tiene un enorme cuello, con una gruesa capa de músculo bajo la piel, así que, aunque los dientes perforan la piel, son demasiado cortos para alcanzar algún vaso sanguíneo principal. Debe, por lo tanto, matar a la cebra por asfixia, sujetando la tráquea con sus poderosas fauces alrededor de su tráquea, cortando el paso de aire a sus pulmones. Es una muerte lenta. Si este hubiera sido un animal pequeño, por ejemplo, una gacela de Thomson (Gazella thomsoni) del tamaño de un perro grande, la habría mordido en la nuca del cuello; sus colmillos entonces habrían aplastado probablemente las vértebras o la base del cráneo, causando una muerte instantánea. Tal y como es, la agonía de la cebra durará cinco o seis minutos.»[7]

Algunos depredadores matan a las víctimas de manera bastante rápida, como una serpiente constrictor que corta el paso de aire de las víctimas y provoca la inconsciencia en un minuto o dos[8], mientras otros imponen una agonía más prolongada, como las hienas que arrancan pedazos de carne a mordiscos[9]. Los perros salvajes destripan a sus presas[10], las serpientes venenosas causan hemorragias internas y parálisis durante el curso de varios minutos[11], y los cocodrilos asfixian a grandes animales con sus fauces[12].

Una guía para propietarios de serpientes explica: «Los ratones vivos lucharán por sus vidas cuando son agarrados, y morderán, patearán y arañarán mientras puedan»[13]. Una vez capturados, «la serpiente empapa a la presa con saliva, y al final la arrastra hasta el esófago. Desde allí usa sus músculos para, a la vez, aplastar la comida y empujarla profundamente al tracto digestivo, donde se descompone en nutrientes»[14]. La presa puede no morir inmediatamente después de ser tragada, como queda ilustrado por el hecho de que algunos tritones venenosos, después de ser ingeridos por una serpiente, excretan toxinas para matar a su captor de modo que puedan arrastrarse fuera de su boca[15]. Y, en lo relativo a los gatos domésticos, Bob Sallinger, de la Sociedad Audubon de Portland, remarca: «la gente que queda consternada por la matanza indiscriminada de vida salvaje por mecanismos como las trampas deberían reconocer que el dolor y el sufrimiento causados por la depredación llevada a cabo por los gatos no son distintos, y que el impacto de la depredación llevada a cabo por los gatos hace parecer pequeño al impacto de las trampas»[16].

Muerte por otros medios

Por supuesto, la depredación no es la única forma en la que los animales mueren dolorosamente; es más, a menudo puede ser preferible a otras formas. Los animales son también afectados por enfermedades y parásitos, los cuales pueden provocar pérdida de energía, estremecimientos, úlceras, neumonía, inanición, comportamiento violento u otros espantosos síntomas durante el curso de días o semanas antes de la muerte. La salmonelosis aviar es sólo un ejemplo:

«Los síntomas varían entre la muerte repentina y la aparición gradual de depresión en un período de entre 1 y 3 días, acompañada de apiñamiento de las aves, ahuecado de alas, falta de estabilidad, temblores, pérdida de apetito, sed muy fuerte o ausencia de sed, pérdida rápida de peso, respiración acelerada, y excrementos acuosos amarillos, verdes o teñidos de sangre. Las plumas anales se enmarañan con los excrementos, los ojos empiezan a cerrarse e, inmediatamente antes de la muerte, algunas aves muestran una aparente ceguera, falta de coordinación, tambaleo, estremecimientos, convulsiones y otros síntomas nerviosos.» [17]

De todos modos, mueren animales de inanición debido a accidentes, deshidratación durante una sequía veraniega o carencia de comida durante el invierno. Por ejemplo, 2006 fue también un duro año para los murciélagos en Placerville (California):

«Puedes ver sus costillas, su columna vertebral, y (el área) donde el intestino y el estómago están por completo hundidos por la espalda”, dijo Dharma Webber, fundadora de California Native Bat Conservancy. […] Afirmó que los mosquitos emergentes no son suficientes para alimentar a los animales. “Sería como si nosotros comiéramos unas palomitas de maíz aquí y allí”, dijo.» [18]

Incluso las tormentas de hielo pueden ser fatales: “Las patas de los pájaros que no pueden encontrar un refugio para posarse durante la tormenta pueden quedar congeladas a una rama, o sus alas pueden quedar cubiertas de hielo, haciendo que sean incapaces de volar. Los urogallos enterrados en montones de nieve quedan a menudo sepultados por la capa de hielo y se asfixian”.

Una vida dura

Aunque la muerte puede constituir a menudo la cumbre de sufrimiento durante la vida de un animal, la existencia cotidiana no es necesariamente agradable tampoco. A diferencia de la mayoría de humanos en el mundo industrializado, los animales salvajes no tienen acceso inmediato a comida siempre que tienen hambre. Deben buscar constantemente agua y refugio mientras continúan teniendo cuidado de los depredadores. A diferencia de nosotros, la mayoría de animales no pueden ir al interior cuando llueve o encender la calefacción cuando las temperaturas de invierno descienden muy por debajo de los niveles habituales. En resumen:

«Se asume a menudo que los animales salvajes viven en una especie de paraíso natural, y que es sólo la aparición y la intervención de agentes humanos lo que trae el sufrimiento. Esta visión en esencia rousseauniana está reñida con la riqueza de información derivada de los estudios de campo de poblaciones animales. La carencia de comida y agua, la depredación, la enfermedad y la agresión intraespecífica son algunos de los factores que han sido identificados como una parte normal del medioambiente salvaje que causa sufrimiento a los animales salvajes de una manera general». [20]

Y mientras muchos animales parecen soportar dichas condiciones con bastante calma, esto no significa necesariamente que no estén sufriendo[21]. Los miembros enfermos y heridos de una especie presa son los más fáciles de atrapar, por lo que los depredadores han evolucionado tanto que eligen deliberadamente como objetivo a estos individuos. A consecuencia de esto, esas presas que parecen enfermas o heridas serán las matadas más a menudo. De este modo, la presión evolutiva empuja a las especies presas para evitar prestar atención a su sufrimiento y pretender como si nada estuviera mal[22].

Cortas esperanzas de vida

Como ocurre a menudo en la naturaleza, los animales con una mayor población son probablemente los que de manera general están peor de todos. Los pequeños mamíferos y las aves tienen esperanzas de vida adulta de, como máximo, uno o tres años antes de enfrentarse una muerte dolorosa. Y muchos insectos cuentan su tiempo en la Tierra en semanas más que en años; por ejemplo, sólo 2-4 semanas en el caso de la mosca del maíz[23]. Personalmente preferiría no existir que haber nacido como un insecto, luchar para navegar por el mundo durante unas pocas semanas, y luego morir de deshidratación o quizá ser atrapado en una telaraña. Todavía peor puede ser que me encontrara enredado en la herramienta de tortura de una hormiga amazónica durante 12 horas[24], o ser una oruga siendo devorada con vida durante el curso de semanas o meses por una avispa Ichneumon[25].

Es verdad que los científicos continúan sin estar seguros sobre si los insectos experimentan dolor de una forma que consideraríamos sufrimiento consciente[26]. Sin embargo, el hecho de que todavía continúe un debate serio sobre el tema sugiere que no deberíamos descartar la posibilidad. Y entendiendo que es 1018 el número de artrópodos[27], con una magnitud similar en el caso del número de copépodos[28], el valor matemático esperado (probabilidad por cantidad) de su sufrimiento es enorme. Debería tenerse en cuenta que la fuerza de este punto sería reducida si, como puede ser el caso, la intensidad o el grado de las experiencias emocionales de los animales depende en cierta medida de la cantidad de tejido nervioso que tienen dedicado a las señales de dolor[29].

Más crías que sobreviven

Las tablas de esperanza de vida animal típicamente muestran duraciones de supervivencia por miembros adultos de una especie. Sin embargo, la mayoría de individuos mueren mucho antes, antes de alcanzar la madurez. Esta es una simple consecuencia del hecho de que las hembras dan a luz más crías de las que pueden sobrevivir a la madurez en una población estable. Por ejemplo, mientras los humanos pueden producir solamente un niño por estación reproductiva (exceptuando gemelos), el número es de 1-22 crías en los perros (Canis familiaris), 4-6 huevos en los estorninos (Sturmus vulgaris), 6.000-20.000 huevos en la rana toro (Rana catesbeiana) y 2 millones de huevos en la vieira (Argopecten irradians[30]). Desde luego, hay dudas sobre si todas esas especies son sintientes —e incluso más, considerando esa fracción de huevos que no llegan a abrirse—, pero, de nuevo, en términos de valor esperado, la cantidad de sufrimiento esperado es enorme.

Esta estrategia de hacer muchas copias y confiar en que unas pocas salgan puede ser perfectamente razonable desde el lugar de la evolución[31], pero el coste para los animales individuales es tremendo. Matthew Clarke y Yew-Kwang Ng concluyen a partir de un análisis de las implicaciones del bienestar de la dinámica poblacional que «el número de crías de una especie que maximiza la aptitud puede llevar al sufrimiento y es diferente del número que maximiza el bienestar (medio o total)»[32]. Y en un artículo relacionado, «Towards Welfare Biology: Evolutionary Economics of Animal Consciousness and Suffering», Ng concluye a partir del exceso de crías sobre supervivientes adultos: «bajo el supuesto de cóncavo y funciones simétricas en relación con los costes del disfrute y el sufrimiento, la economización evolucionista resulta en el exceso de sufrimiento total sobre disfrute total»[33].

¿Calculando mal los niveles de bienestar?

Hay un peligro en extrapolar el bienestar de los animales salvajes desde nuestra propia imaginación sobre cómo nos sentiríamos en dicha situación. Podemos imaginar la inmensa incomodidad que fue dormir en una tormenta nocturna de un frío invierno con solo una sudadera para mantenernos abrigados, pero muchos animales tienen mejores pieles de abrigo y pueden encontrar a menudo algún tipo de refugio. De modo más general, parece poco probable que las especies ganarían una ventaja adaptativa al sentir privaciones constantes, dado que el estrés supone un coste metabólico[34]. (Por supuesto, los argumentos sobre por qué la evolución puede tender a evitar causar de forma traumática cantidades insoportables de dolor ya no son aplicables una vez que los animales superan la edad de reproducción[35].)

Dicho esto, deberíamos también ser cautelosos para no subestimar el alcance e intensidad del sufrimiento de los animales salvajes debido a nuestra propia predisposición.

El lector está probablemente sentado en la comodidad de un edificio climáticamente controlado, con el estómago relativamente lleno y sin miedo a ataques. La mayoría de nosotros en el Occidente industrializado vivimos la vida en un estado relativamente eutímico, y es fácil asumir que la amabilidad general con que la vida nos recibe es compartida por la mayoría de otras personas y animales. Cuando pensamos en la naturaleza, podemos imaginar cantos de pájaros o gacelas retozando, más que en ciervos todavía conscientes cuya carne es masticada o mapaches inmovilizados aquejados de gusanos redondos, esperando de manera suplicante que su muerte llegue. Y, por supuesto, todos estos ejemplos, en la medida en que incluyen a grandes animales terrestres, reflejan mi tendencia humana hacia la heurística de disponibilidad: de hecho, los animales salvajes más frecuentes de todos son los animales pequeños, muchos oceánicos. Cuando pensamos en animales salvajes, deberíamos (si aplicamos el enfoque de la esperanza matemática a la incertidumbre sobre la sintiencia) imaginarnos hormigas, copépodos y peces diminutos, más que leones o gacelas.

Hay también una tendencia natural al pensamiento ilusorio. Por ejemplo, la gente a menudo muestra perspectivas optimistas hacia los eventos futuros y retrospecciones optimistas sobre el pasado, en las cuales asumen que su futuro y niveles previos de bienestar fueron y serán mejores de lo que dijeron en el momento de las experiencias[36]. Además, incluso cuando los animales juzgan correctamente sus niveles hedónicos, muestran a menudo un deseo de vivir totalmente apartado de su nivel de placer o dolor. Animales que, ante vidas que sinceramente no valen la pena ser vividas, deciden finalizar su existencia, tienden a no reproducirse de manera muy exitosa.

Al final, sin embargo, con independencia de exactamente cuánto bien o mal calculamos en la vida en la naturaleza para que esté en equilibrio, sigue siendo innegable que muchos animales en la naturaleza soportan algunas experiencias terribles.

¿Pero no son los humanos incapaces?

¿Por qué entonces el sufrimiento de los animales salvajes no es una alta prioridad para los defensores de los animales? Una razón es filosófica: algunos sienten que, aunque los humanos tienen la obligación de tratar bien a los animales que usan o con los que viven, no tienen responsabilidades hacia aquellos fuera de su esfera de interacción. Yo encuentro esto poco satisfactorio; si realmente nos importan los animales porque no queremos que aquellos con quienes compartimos el mundo sufran brutalmente —no sólo porque queremos sentirnos moralmente limpios—, entonces no debería importar si tenemos una conexión personal con los animales salvajes o no.

Otros filósofos están de acuerdo con esto, pero continúan defendiendo la inacción humana sosteniendo que las personas son en última instancia incapaces de cambiar la situación. Cuando se le preguntó si deberíamos prevenir que los leones devoraran gacelas, Peter Singer respondió:

[…] por razones prácticas estoy casi seguro, juzgando desde los antecedentes pasados de intentos de moldear la naturaleza a sus propios objetivos, que sería más probable incrementar que disminuir la cantidad global de sufrimiento animal si interfiriéramos con la naturaleza. Los leones juegan un rol en la ecología de su hábitat, y no podemos estar seguros sobre qué consecuencias a largo plazo tendría prevenir que mataran gacelas. […] Así que, en la práctica, sin duda diría que la naturaleza debería ser dejada sola[37].

Jennifer Everett sugirió de modo similar que los consecuencialistas pueden aprobar la selección evolucionista porque elimina caracteres genéticos deletéreos:

[…] si la propagación de los genes más fuertes contribuye a la integridad tanto de las especies depredadoras como de las depredadas, lo cual es bueno para el balance depredador/presa en el ecosistema, lo cual sucesivamente es bueno para los animales que viven en él, etc.; entonces las relaciones muy ecológicas que los ambientalistas holísticos consideran como intrínsecamente de valor serán valoradas por los bienestaristas porque conducen en última instancia, aunque indirectamente y a través de complejas cadenas causales, al bienestar de los animales individuales[38].

Estos son puntos válidos; probablemente es verdad, por ejemplo, que los defensores de los animales no deberían gastar sus recursos promoviendo la eliminación de depredadores de ecosistemas saludables. Sin embargo, no se sigue que los humanos no tengan obligaciones con respecto a los animales salvajes ni que los defensores de los animales deban permanecer en silencio sobre la crueldad de la naturaleza.

Los humanos ya impactan en la naturaleza

Estoy de acuerdo en que deberíamos ser extremadamente cautos sobre intervenciones consistentes en soluciones rápidas. La ecología es extremadamente complicada, y los humanos tienen una tendencia a subestimar el número de consecuencias imprevistas que encontrarán al intentar diseñar mejoras en la naturaleza. Por otra parte, hay muchos casos en los que ya estamos interfiriendo con la vida salvaje de alguna manera. Como Tyler Cowen observó[39]:

En otros casos estamos interfiriendo con la naturaleza, nos guste o no. No es una cuestión de incertidumbre evitar vigilar, sino más bien cómo comparar una forma de vigilancia con otras. Los humanos cambiamos los niveles de agua, fertilizamos suelos, influimos en las condiciones climáticas, y hacemos muchas otras cosas que afectan al balance de poder en la naturaleza. Estas actividades humanas no desaparecerán pronto, pero, mientras tanto, necesitamos evaluar sus efectos sobre los carnívoros y sus víctimas.

Dicha evaluación fue llevada a cabo considerando una decisión del gobierno australiano de matar selectivamente a canguros superpoblados y hambrientos en una base militar de la Fuerza de Defensa Australiana[40]. Aunque hay que reconocer que es crudo y académico, el análisis prueba que las herramientas de la economía del bienestar pueden ser combinadas con los principios de la ecología poblacional para alcanzar conclusiones importantes sobre cómo la interferencia humana con la naturaleza afecta al bienestar animal agregado.

Ten en cuenta otro ejemplo. Los humanos rocían 3.000 millones de toneladas de pesticidas al año[41], y pensemos o no que esto causa más sufrimiento de animales salvajes del que previene, el uso de insecticidas a gran escala es, hasta cierto punto, un hecho consumado de la sociedad moderna. Si, de forma hipotética, los científicos pudieran desarrollar formas para hacer que estos químicos actuaran de forma más rápida o menos dolorosa, enormes cantidades de insectos y animales más grandes podrían tener muertes ligeramente menos agonizantes[42].

Los cambios humanos del medio ambiente —a través de la agricultura y ganadería, la urbanización, la deforestación, la contaminación, el cambio climático, etc.— tienen grandes consecuencias, tanto negativas como positivas, para los animales salvajes. Por ejemplo, pavimentar el paraíso y poner un aparcamiento previene bastante la existencia de animales que de otra forma habrían vivido allí. Incluso donde los hábitats no son destruidos, los humanos pueden cambiar la composición de las especies que viven allí. Si, por ejemplo, una especie invasora tiene una esperanza de vida más corta y más descendencia no superviviente que la equivalente autóctona, el resultado sería más sufrimiento total. Por supuesto, lo opuesto podría ser fácilmente el caso.

Mi posición no debe ser confundida con un apoyo general a la conservación del medioambiente; es más, en algunos o incluso muchos casos, prevenir la existencia puede ser la opción más humanitaria. Los vegetarianos consecuencialistas no deberían encontrar esta línea de razonamiento inusual. El argumento utilitarista contra las granjas industriales es precisamente que, por ejemplo, un pollo estaría mejor no existiendo que sufriendo en condiciones de hacinamiento durante 45 días antes de ser matado. Por supuesto, incluso en el cálculo de si adoptar una dieta vegetariana, el impacto de los animales en la naturaleza puede ser importante y algunas veces dominante sobre los efectos directos en el ganado[43].

Una agenda de investigación

En cualquier caso, la cuestión de si las vidas de los animales salvajes por lo general valen la pena de ser vividas no es obvia, y es demasiado importante como para ser abandonada a meditaciones de alto nivel por filósofos. Más bien merece un programa serio de investigación, dedicado a cuestiones como las siguientes:

• ¿Qué animales responden con rechazo a estímulos negativos de una manera que consideraríamos sentirse mal (son sintientes)? ¿Qué probabilidades subjetivas razonables deberíamos usar para la sintiencia de reptiles, anfibios, peces y varios invertebrados? Además, si estos animales pueden sentir emociones, ¿tiene una relación proporcional aproximada la intensidad de las emociones con la masa de tejido nervioso dedicado a procesar emociones?

• ¿Qué tipo de estados afectivos experimentan los animales durante el curso de su vida diaria en la naturaleza? ¿Con qué frecuencia sienten hambre, frío, miedo, felicidad, satisfacción, aburrimiento e intensa agonía, y en qué grado? En el futuro quizá sea posible responder a esta pregunta con alta precisión a través de dispositivos de continua medición fáciles de usar que registren correlatos neurales de experiencias hedónicas. Pero hasta entonces podemos beneficiarnos mucho aplicando herramientas estándares para evaluar el bienestar animal[44].

• ¿Cuál es el balance global de felicidad contra sufrimiento para varias especies? ¿Cómo depende esto de la esperanza de vida del animal y de si muere antes de la madurez? ¿Contienen algunos tipos de ecosistemas menos sufrimiento medio que otros? ¿Qué esfuerzos de preservación medioambiental incrementan y cuáles reducen el bienestar animal agregado?

• ¿Hay tecnología a largo plazo que pueda de manera fácil permitir a los humanos reducir con éxito el sufrimiento de los animales salvajes de una forma seria?

¿Tecnología avanzada?

Los humanos en este momento carecen del conocimiento y la habilidad técnica para resolver seriamente el problema del sufrimiento de los animales salvajes sin consecuencias potencialmente desastrosas. Sin embargo, este puede no ser el caso en el futuro, cuando las personas desarrollen una comprensión más profunda de la ecología, la valoración del bienestar y la neurobiología. De modo especulativo, por ejemplo, los avances en la ciencia de sistemas motivadores hedónicos pueden resultar de ayuda[45], al igual que el progreso general en inteligencia artificial, nanotecnología y campos similares.

Si la sintiencia no es rara en el universo, entonces el problema del sufrimiento de los animales salvajes se extiende más allá de nuestro planeta. Tomando en consideración lo improbable que es que meramente la vida sintiente hará evolucionar el tipo de inteligencia que los humanos tienen[46], podríamos esperar que la mayoría de extraterrestres sintientes que existen estén al nivel de los animales sintientes más pequeños y de vida más corta en la Tierra. Por lo tanto —de nuevo bordeando el mundo de la ciencia-ficción—, si los humanos alguna vez envían pruebas robóticas al espacio, puede haber un gran beneficio en desembolsar su tecnología humana a otros planetas que contengan sus propias formas de vida salvaje. (Espero que las objeciones de la ecología profunda dentro de la comunidad de la ética ambiental extraterrestre sean superadas.)

Multiplicar el sufrimiento de forma inintencionada

Mientras las tecnologías futuras avanzadas pueden ofrecer promesas para ayudar a los animales salvajes, también conllevan riesgos de multiplicar la crueldad del mundo natural. Por ejemplo, es concebible que los humanos puedan un día extender a Marte condiciones medioambientales parecidas a las de la Tierra en el proceso de terraformación[47]. De modo más especulativo, otros han propuesto la panspermia dirigida, enviando sondas a la galaxia para sembrar otros planetas con material biológico[48]. Y aunque en realidad cumplir con la idea permanece bastante más allá del alcance tecnológico de los científicos en algún momento próximo[49], las leyes de la física pueden ser tales que permitan una civilización extremadamente avanzada para crear infinitamente muchos nuevos universos en un laboratorio, lo cual reproduciría, entre otras cosas, una vida salvaje similar a la de la Tierra muchas veces después hasta el infinito[50]. Cualquiera de estas posibilidades tendría implicaciones éticas prodigiosas, y confío en que los humanos consideren seriamente las consecuencias de dichas acciones para todos los animales sintientes implicados antes de emprenderlas.

Los activistas deben centrarse en la difusión pública

¿Qué implica todo esto para el movimiento por la defensa de los animales? Pienso que lo mejor que podemos hacer en primer lugar para la reducción del sufrimiento de los animales salvajes es promover el interés general por el tema. Hacer que más personas piensen y se preocupen del sufrimiento de los animales salvajes apresurará los desarrollos en la investigación sobre el bienestar de los animales salvajes y la tecnología humanitaria asociada, mientras que, al mismo tiempo, ayudará a asegurar que nuestros descendientes avanzados piensen con cautela sobre acciones que crearían muchos más animales con sufrimiento.

Daría la bienvenida a una organización dedicada a poner de relieve la cuestión de los animales salvajes entre biólogos, activistas por los derechos de los animales, políticos y el público en general. Quizá encontrar apoyo dentro de la comunidad por el bienestar animal en sí sería un buen punto de inicio: mientras que algunos activistas se oponen a toda intervención humana en los asuntos de los animales, en ocasiones incluso prefiriendo que los humanos no existieran, mucha gente que siente simpatía humanitaria por el sufrimiento de los miembros de otras especies daría la bienvenida a esfuerzos para prevenir la crueldad en la naturaleza. Otra fuente potencial de apoyo puede ser la comunidad darwinista, que reconoce lo que Richard Dawkins ha llamado la “indiferencia ciega y despiadada” de la selección natural[51].

Por supuesto, incluso sin el respaldo de un instituto sobre el sufrimiento de los animales salvajes, se puede hacer mucho para hacerlo más público, como

• publicar en foros de derechos de los animales y escribir comentarios en blogs;

• escribir a filósofos, activistas, científicos bienestaristas y otros líderes de opinión influyentes para pedirles su opinión sobre el sufrimiento de los animales salvajes (¿saben de personas trabajando en tratar el tema?; ¿tomarían en consideración hablar de manera explícita sobre ello en su propio trabajo?);

• participar en encuentros y eventos por los derechos de los animales y preguntar a los participantes lo que piensan (¿podrían tener en cuenta desviar algo de su tiempo hacia la difusión de la cuestión de los animales salvajes?);

• escribir ponencias, artículos de revistas o libros sobre el asunto, quizá en coautoría con ecologistas, etólogos u otros científicos, para asegurar que el trabajo no es por completo filosofía de sofá.

Puede haber un peligro aquí de plantear el tema de los animales salvajes antes de que el público en general esté preparado. En efecto, la crueldad de la naturaleza es a menudo usada por quienes comen carne como una reducción contra el vegetarianismo consecuencialista. Sugerir que la consideración ética por los animales puede forzarnos a expandir los recursos hacia la investigación a largo plazo dirigida a ayudar a la vida salvaje podría cerrarnos por completo a gente que de otra forma daría alguna consideración a, por lo menos, aquellos animales que son afectados por nuestras elecciones alimenticias[52]. ¿Hasta qué punto es seria esta preocupación? Mi opinión es que el sufrimiento de los animales salvajes es tan abrumadoramente importante, incluso en comparación con la seria cuestión de las granjas industriales, que vale la pena el riesgo: si el movimiento por los derechos de los animales nunca va más allá de las granjas, laboratorios y animales de compañía, entonces atrasar el esfuerzo no es, relativamente hablando, una gran pérdida. El nivel de brutalidad en la naturaleza es sencillamente demasiado enorme para ignorarlo, y los humanos tienen la obligación de ejercer su excepcional posición a nivel cósmico de animales inteligentes y empáticos para reducir el sufrimiento en la naturaleza tanto como puedan.

Fuente: pensamientovegano.files.wordpress.com – La importancia del sufrimiento de los animales salvajes (pdf)
Fuente original en inglés: utilitarian-essays.com – The Importance of Wild-Animal Suffering

NOTAS Y REFERENCIAS

RespuestasVeganas.Org: La publicación de este artículo en RespuestasVeganas.Org no implica necesariamente que se compartan todas y cada una de las cuestiones expresadas en el mismo; sin embargo, consideramos interesante su publicación por la aportación que puede hacer a la causa del movimiento abolicionista por los Derechos Animales.

[1] Dawkins, Richard. El río del Edén. Barcelona: Debate, 2000. p. 146
[2] Bostrom, Nick. Golden. 2004.
[3] Mill, John Stuart. La Naturaleza. Madrid: Barcelona, 1998. p. 50-55
[4] Por ejemplo: (1) Sapontzis, Steve F. “Predation.” Ethics and Animals, 5.2 (1984): 27-38. (2) Naess, Arne. “Should We Try To Relieve Clear Cases of Extreme Suffering in Nature?.” Pan Ecology, 6.1 (1991). (3) Fink, Charles K. “The Predation Argument.” Between the Species, 5 (2005)
[5] Dawrst, Alan. “How Many Wild Animals Are There?” Essays on Reducing Suffering, 2009.
[6] Ver, por ejemplo: (1) Balcombe, Jonathan. Pleasurable Kingdom: Animals and the Nature of Feeling Good. Palgrave Macmillan, 2006. ISBN 9781403986023. (2) Bekoff, Marc (ed.). The Smile of a Dolphin: Remarkable Accounts of Animal Emotions. Discovery Books, 2000. ISBN 9781563319259
[7] McGowan, Christopher. The Raptor and the Lamb: Predators and Prey in the Living World. New York: Henry Holt and Company, 1997. p. 12-13
[8] Eaten Alive – The World of Predators. Questacon on Tour.
[9] Kruuk, Hans. The Spotted Hyena: A Study of Predation and Social Behavior. Chicago: University of Chicago Press, 1972. ISBN 9780226455075
[10] McGowan, op. cit., p. 22.
[11] Ibid, p. 49.
[12] Ibid, p. 43.
[13] Flank, Lenny. “Like Prey vs. Prekill.” En: The Snake: And Owner’s Guide to a Happy Healthy Pet. Howell Book House, 1997.
[14] Perry, Lacy. “How Snakes Work.” howstuffworks.com.
[15] McGowan, op. cit., p. 59.
[16] Sallinger, Bob. “Audubon Society Favors Keeping Cats Indoors.” The Oregonian, 17 Nov. 2003.
[17] Salmonellosis. Michigan Department of Natural Resources.
[18] «Continued Rain, Snowpack Leaves Animals Hungry.» Associated Press, 23 Apr. 2006. CBS 13/UPN 31.
[19] Heidorn, Keith C. «Ice Storms: Hazardous Beauty.» The Weather Doctor, 12 Jan. 1998, revised Dec. 2001.
[20] UCLA Animal Care and Use Training Manual. UCLA Office for the Protection of Research Subjects. p. 24.
[21] Bourne, Debra C.; Cusdin, Penny; Boardman, Suzanne I. (eds.). Pain Management in Ruminants [CD-ROM]. Wildlife Information Network, 2005. ISBN 0954718589.
[22] Nuffield Council on Bioethics. Ethics of Research Involving Animals. May 2005. ch. 4.12, p. 66
[23] Cumming, Jeffrey M. “Horn fly Haematobia irritans (L.).” Diptera Associated with Livestock Dung. North American Dipterists Society, 18 May 2006.
[24] “Fierce Ants Build ‘Torture Rack’.” BBC News, 23 April 2005.
[25] Gould, Stephen Jay. “Nonmoral Nature.” Hen’s Teeth and Horse’s Toes: Further Reflections in Natural History. New York: W. W. Norton, 1994. p. 32-44
[26] Ver, por ejemplo, las siguientes reseñas de artículos: (1) Smith, Jane A. “A Question of Pain in Invertebrates.” ILAR Journal, 33.1-2 (1991). (2) Dawrst, Alan. “Can Insects Feel Pain?” Essays on Reducing Suffering, 2009.
[27] Williams, Carrington Bonsor. Patterns in the Balance of Nature and Related Problems in Quantitive Ecology. London: Academic Press, 1964. vii, 324 p.
[28] Schubel, Jerry R.; Butman, Cheryl Ann. “Keeping a Finger on the Pulse of Marine Biodiversity: How Healthy Is It?” Nature and Human Society: The Quest for a Sustainable World. Washington, DC: National Academy Press, 1998. p. 84-103
[29] Bostrom, Nick. “Quantity of Experience: Brain-duplication and Degrees of Consciousness.” Minds and Machines, 16:2 (pp. 185-200), 2006.
[30] Solbrig, O. T.; Solbrig, D. J. Introduction to Population Biology and Evolution. London: Addison- Wesley, 1979. p. 37
[31] Dawkins, op. cit.
[32] Clarke, Matthew; Ng, Yew-Kwang. “Population Dynamics and Animal Welfare: Issues Raised by the Culling of Kangaroos in Puckapunyal.” Social Choice and Welfare, 27:2 (pp. 407-22), 2006. sec. 4.
[33] Ng, Yew-Kwang. “Towards Welfare Biology: Evolutionary Economics of Animal Consciousness and Suffering.” Biology and Philosophy, 10.4 (pp. 255-85), 1995. p. 272.
[34] Ng, op. cit.
[35] Dawkins, op. cit.
[36] Mitchel, T.R.; Thompson, L. “A Theory of Temporal Adjustments of the Evaluation of Events: Rosy Propsection and Rosy Retrospection.” En: Stubbart, C.; Porac, J.; Meindl, J. (eds.) Advances in Managerial Cognition and Organizational Information-Processing, 5. Greenwich: JAI Press, 1994. p. 85-114
[37] Singer, Peter. “Food for Thought.” [Respuesta a una carta de David Rosinger.] New York Review of Books, 20.10 (1973).
[38] Everett, Jennifer. “Environmental Ethics, Animal Welfarism, and the Problem of Predation: A Bambi Lover’s Respect for Nature.” Ethics and the Environment, 6.1 (2001): 42-67. p. 48
[39] Cowen, Tyler. Policing Nature. 19 May 2001. p. 10
[40] Clarke, op. cit.
[41] Pimentel, David. “Pesticides and Pest Control.” En: Peshin, Rajinder; Dhawan, Ashok K. (eds.). Integrated Pest Management: Innovation-development Process. Netherlands: Springer, 2009. p. 83-88
[42] Dawrst, Alan. “Humane Insecticides: A Cost-Effectiveness Calculation.”. Essays on Reducing Suffering, 2009.
[43] Matheny, Gaverick; Chan, Kai M. A. “Human Diets and Animal Welfare: The Illogic of the Larder.” Journal of Agricultural and Environmental Ethics, 18:6 (pp. 579-94), 2005.
[44] Broom, Donald M. “Animal Welfare: Concepts and Measurement.” Journal of Animal Science, 69:10 (pp. 4167-4175), 1991.
[45] Se pueden encontrar referencias científicas excelentes sobre este asunto en: Shriver, Adam. “Knocking Out Pain in Livestock: Can Technology Succeed Where Morality Has Stalled?.”. Neuroethics, 2009. Para una discusión más especulativa y visionaria, ver, por ejemplo: Pearce, David. “The Abolitionist Project.” [adaptado a partir de charlas en el Future of Humanity Institute, y la 2007 Happiness Conference, organizada por Charity International].
[46] Se pueden encontrar estimaciones de la fracción de planetas con vida que siguen produciendo inteligencia en la ecuación de Drake.
[47] Burton, Kathleen. “NASA Presents Star-Studded Mars Debate.” 25 Mar. 2004.
[48] Meot-Ner, M.; Matloff, G. L. “Directed Panspermia: A Technical and Ethical Evaluation of Seeding the Universe.” Journal of the British Interplanetary Society, 32 (pp. 419-423), 1979.
[49] Guth, Alan. El universo inflaccionario: la búsqueda de una nueva teoría sobre los orígenes del cosmos. Madrid: Debate, 1999. ISBN 9788483061787.
[50] Ver por ejemplo: Sakai, Noboyuki [et al.] “Is It Possible to Create a Universe Out of a Monopole in the Laboratory?” Physical Review D, 74:2 (pp. 24-26), July 2006. Para una lista más detallada de referencias, ver: Dawrst, Alan. “Creating Infinite Suffering: Lab Universes.” Essays on Reducing Suffering, 2009.
[51] Dawkins, op. cit., p. 147
[52] Greger, Michael. “Why Honey Is Vegan.” Satya, Sept. 2005.

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